Sábado 2 de febrero, 2014. Buenos Aires, Argentina
El render va por menos de la mitad y Diego está a dos horas de su vuelo. El plan estaba calculado así: Tomaría un avión a Quito y horas más tarde, en la madrugada, Ana Luisa viajaría a Berlín con el DCP listo para presentarlo en el festival.
El invierno es abrasador: 42ºC y unos 53ºC de sensación térmica. El exceso de aire acondicionado en la ciudad hizo que el sistema eléctrico colapse. Habían pasado días sin energía. Sin la película terminada y con el tiempo totalmente en contra, Diego Araujo parte esa noche, sin el filme.
Domingo 3 de febrero, 2014. Tababela, Ecuador
Ana Luisa está en la sala de espera del aeropuerto, rumbo a Berlín. Tiene la cinta en el equipaje y claro, no hubo tiempo siquiera de probarla. Un productor argentino viajaba ese mismo día y pudo entregarle el paquete. Feriado debe llegar el 6 de febrero para un screening de mercado, previo al festival. Los demás están a punto de viajar. Correr, correr, correr. Ana Luisa solo piensa en llegar a Alemania, pero en Quito, ultiman detalles. El póster, la página web, los presskits, no estaban listos días antes. Los chicos se preparan.
Sábado 8 de febrero. Kreuzberg, Berlín
22h00. Llegaron todos. Con jetlag, agotados a morir, pero con la emoción de estar por primera vez ahí reunidos, a menos de 24 horas de ver la película estrenarse en uno de los festivales más importantes de Europa. Poco a poco, van entrando en conciencia de todo lo que les pasa es cierto. Encuentran la promoción de su película en una de las páginas de la revista Variety.
Van acostumbrándose al clima y al alemán permanente. En un restaurante turco, están reunidos con una cena deliciosa de excusa y ahora solo deben juntar fuerzas para el día siguiente. Ahí, sin planearlo mucho, a Mateo se le cayó su primer incisivo.
En el mismo barrio está ubicado el departamento que Diego logró alquilar un día antes de la llegada y siete de los ocho se hospedan ahí: Ana Luisa, Juan Manuel, Andrés, Magela, María Augusta y los pequeños Mateo y Luisa, hijos de Diego y Ana Luisa. Aún falta Cristina, que se supone debe llegar el domingo, a las seis de la mañana.
Dan vueltas por el barrio. Están muertos de nervios, en especial Juan Manuel y Diego, que no han visto la película hasta ahora.
Domingo 9 de febrero. Kreuzberg, Berlín
Es el día. El Berlinale los espera a las 13h00, así que se despiertan temprano para alistarse y desayunar todos juntos. Voula, la hostess, les había dado indicaciones de qué tenían que hacer. Tres autos pasarían a verlos más tarde para llevarlos directo a la alfombra roja del festival. Con la emoción a flor de piel, juegan y se conocen más entre todos. Durante el rodaje Manuel y Andrés se llamaban “los vagabundos”. Mateo, el hijo de seis años de Diego, se inventa un nuevo apodo para sus nuevos amigos: “los vagamundos”. Como si tuvieran seis años los tres, andaban juntos para todo lado.
Entre las molestadas y la cerveza, llega Cristina Morrison al departamento y les cuenta que la comitiva con los vehículos, ya los espera abajo. Tres carros y un semibus para llevar el coche de la pequeña Luisa, estaban listos para partir con ellos. La parafernalia del festival los emociona, era algo que nunca antes habían visto antes.
Domingo 9 de febrero. Haus der Kulturen der Welt, Berlín
13h00. Con esa misma sorpresa llegan la gala del festival. Mil sesenta personas los esperaban dentro del teatro para ver junto a ellos, el estreno mundial de “Feriado”. Todos los nueve del equipo progresivamente se abrumaban entre las fotografías, su paso por la alfombra, los flashes y la cantidad de gente que entraba al teatro, y otros que los observaban alrededor.
La función de hoy pertenece a la sección Generation: Películas de jóvenes para público joven. La audiencia de este festival se caracteriza por estar compuesta de gente común. A diferencia de Cannes, aquí los cinéfilos no son más que otros ciudadanos de Berlín que acuden al teatro para ver los estrenos de las películas seleccionadas.
Ya sentados todos, los iluminan, los presentan y la película arranca. Algunas risas y sonidos de la gente le dan a Diego la señal de que la gente se está conectando. Llega un punto en que Diego se mete de lleno en la cinta y se olvida de los mil espectadores, del festival, de todo lo demás que sucede a su alrededor.
El Q&A también es un momento para recordar. Luego de la película, el equipo muestra su personalidad y su faceta más personal, subidos en el escenario. Llegaron a este momento luego de aplausos largos que acompañaron una buena parte de los créditos de la película. En este momento nadie puede parar lo que ellos sienten y se sienten muy bien. Prenden las luces del teatro y se dan cuentan de dónde vienen todos los aplausos.
El teatro lleno en su totalidad los observa y es ahí donde mientras responden las preguntas, el público puede ver cómo son los personajes que acaban de ver, en la vida real. Juan Manuel Arregui, con nervios y todo, tiene esa personalidad de ‘rockstar’ como dice Diego, en que sus pequeñas actitudes levantan nuevamente al público para aplaudirlo.
Ya salieron de la película y la gente se les acerca. Entre ellas, una niña de 14 años. “I don’t speak English very well but the movie touched me so much”, le dice a Diego. Otra adolescente se les acerca a Juan Manuel y Andrés para mostrarles un dibujo que hizo de ellos mientras veía el filme y les pidió que lo autografiaran.
Un grupo de ecuatorianos residentes en Berlín también se acercaron a felicitarlos y a tomarse fotos con ellos. Andrés y Manuel se conmueven con lo que están viviendo ahora.
20h00. Salchicha y cerveza para todos. Algunos amigos los acompañan. Entre ellos, compañeros de Noruega que llegaron para ver la película y el cineasta Javier Andrade, que en esos días estaba en Italia y se cruzó a Alemania para ver el estreno.
Esa emoción continúa en la fiesta que el agente de ventas de la película preparó en una discoteca gay de Berlín. Los niños se quedaron con una amiga de la familia en casa, ‘los vagamundos’ sin Mateo esta vez, viven su momento de triunfo cinematográfico entre cerveza alemana y celebración.
Lunes 9 de febrero. Centro de Berlín
Es el día del segundo screen y las entradas se agotaron. Esta vez, la función fue en un treatro para 500 personas. Están en otra fiesta y la chica que dirigió el Q&A de esta fecha se acerca a Diego. “Es la segunda vez que veo tu película y es la segunda vez que lloro viéndola”, le cuenta. “Hoy no quería llorar porque sabía que tenía que subir a hacer las preguntas, pero las lágrimas se me fueron igual”. (El domingo 16 sería el tercer screening en un teatro más pequeño y las entradas también se habrían agotado días antes).
Para Diego, cada cosa que pasa es un premio. Estar ahí es retribuyente y compartirlo con quienes trabajaron en la actuación y producción de la película, lo hace más emotivo. Siempre fue una cosa familiar. Mateo tenía cuatro años cuando el sueño de la película empezó a volverse realidad. Ahora todos están conectados viviendo el estreno con todo lo que implica: entrevistas, gente acercándose por autógrafos, gente preguntando sobre Ecuador, y sobre el cine que se está generando en Quito.
Miércoles, 19 de febrero. Noruega
Diego, Ana Luisa, Mateo y la bebé Luisa visitan a los abuelos antes de regresar al Ecuador. A Diego le agarró una influeza que lo ha botado en la cama. Eso no le impide revisar su correo, tranzar la cita con Pablo Iturralde para hacer el afiche apenas llegue a Quito y revisar su correo.
En la bandeja de entrada encuentra un correo de Manuel que lo repleta de conmoción. Manuel ya había llegado a Ecuador y se toma unas horas para agradecer por la forma en que la experiencia de Feriado cambió su vida. La fiebre de Diego no baja, pero estos gestos lo hacen sentir mejor. Estos detalles le hacen seguir así, feliz en el mundo del cine y pensar en todo lo que viene en los días próximos, en la preparación para pasar a un nuevo proyecto.