En una entrevista, Cyrille Aimée dijo que cada escenario es diferente. Cuando estaba en República Dominicana, la gente se emocionaba en medio de cualquier canción, se levantaba de sus asientos a bailar, cantaba a coro con ella y aplaudía cuando y donde quería. En New York (donde actualmente vive), en cambio, los asistentes tienen una actitud más sobria y aparentan conocer más: siguen el ritmo con la cabeza y los pies, manteniendo siempre la compostura hasta el final de cada canción, cuando saben que deben felicitar.
Me acordé de esta anécdota que leí en algún lado, durante la presentación de Jazz The Roots en el Teatro Sucre. Si bien muchos eran amigos o conocidos de la banda, también estaban quienes los escuchaban tocar por primera vez. La mayoría de los asistentes nos emocionábamos en medio de alguna canción que ya reconocemos y otros, pedían en alto uno que otro tema de su disco; la banda tocó como nunca antes los había visto. Todas sus canciones combinaban con el escenario que se llenaba de colores con cada nota. Esta banda ya consolidada de jazz, se adueñó del Teatro Sucre, demostrando así que su música puede estar en todo lado y siempre es tan potente.
Después de Jazz The Roots, entraron al escenario la francesa Cyrille Aimée y el brasileño Diego Figueiredo. Son dos músicos que llevan mucho tiempo tocando juntos y se nota. Se sonreían, bailaban juntos y entre cada canción hacían chistes que resultaban en risas entre el público.
Cyrille tiene una voz increíble. Junto a la guitarra de Diego, trasladaron al público por un viaje multicultural. Ella cantó en inglés, francés, español y portugués, a veces al ritmo de la samba y otras canciones menos definidas, con un toque más global.
La presentación de estos dos músicos estuvo dividida en dos: primero, la magnífica voz de ella y la guitarra de Diego que parecía que se tocaba sola, compartieron el escenario. Después, cada quien tuvo un par de minutos para entretener al público con su propia magia.
Diego, por ejemplo, se quedó sólo con su guitarra y sentado la hizo sonar tan bien que cuando terminó, casi todo el Teatro se levantó a aplaudir. Cyrille llegó y dijo “siempre es difícil ir después de Diego”. Ella, por su lado, empezó explicando qué son los loops y por qué funcionan como una grabadora en vivo. El Teatro se llenó de sus repeticiones, logrando así que todos entendiéramos qué era lo que iba a hacer a continuación. Su voz daba vueltas, una y otra vez, por el escenario y llegaba donde cada espectador tentándolo a bailar. Me daba la impresión de que había dos o tres Cyrilles recorriendo todo el espacio.
Terminaron el show juntos. Dijeron que estarían vendiendo discos y firmando autógrafos afuera. La fila para pedirles una foto era larguísima. La energía que transmitían desde el escenario era igual en persona.
Cuando ya casi todos se habían ido, Miguel Gallardo -el pianista de Jazz The Roots- se acercó donde Cyrille e intercambiaron discos. Así terminó la noche, llena de sorpresas y buenos momentos. Donde lo más importante fue que la música y lo que puede generar en los espectadores.