En el mundo de Eduardo Villacís, América no fue conquistada por los europeos; un espejo humeante revela qué habría ocurrido si la civilización azteca escribía su propio párrafo en la historia oficial y conquistaba Europa, y un Centro de Investigaciones Fantásticas predice el curso de la humanidad. La nueva muestra de uno de los principales referentes de la animación y la ilustración en Ecuador, Antilógica, sintetiza algo del mágico universo de Eduardo.
Esta exposición, curada por Juan Carlos León y Karen Solórzano, enfatiza en «lo peculiar de su trayectoria»: artista gráfico, diseñador de videojuegos, performer, creador de cómics, animador digital… en un recorrido, y a través de sus procesos, por las Galerías Bajas del CAC (Montevideo y Luis Dávila. Antiguo Hospital Militar) de Quito.
The Wall fue un punto clave en tu formación como artista. ¿Cómo ves la evolución de tu obra desde el momento en que viste por primera vez la película?
Yo vi The Wall porque tenía un profesor alemán hippie y una cosa que me golpeó era el dibujo animado como arte plástico; es decir, con la seriedad y con la potencia de las artes plásticas. En los cómics he intentado irme por esa onda y creo que me he mantenido fiel a esa dirección
¿Cuál es el rol del humor en tu trabajo?
Alguien decía que el humor no es un arte, sino una ciencia exacta: analiza y disecta las cosas paradójicas y absurdas de una situación y te las pone en la cara. Y sobre todo, es algo que yo heredé de mi papá (era poeta), quien tenía un extraordinario sentido del humor, un sentido para captar esas paradojas. Y por otro lado, también está el humor como herramienta contra el poder.
El humor también te causa cierto placer… sacarle el jugo a una situación absurda. Es una especie de equipo para vivir, porque hasta en la situación más horrible puedes encontrarle un goce. Y eso es parte de la manera en la que yo enfrento la vida.
Sobre «Pretéritos Futuros», ¿cómo es ver que hay situaciones que fueron una premonición en su momento y ocurren hoy en día?
Es una demostración de que la crítica era más o menos correcta. La obra sí es bastante profética… Se trataba simplemente de ver tendencias, por el lado de la broma, pero la realidad también tiene bastante de absurdo. Es entretenido ver que pasa, pero también medio miedoso.
Otra de las predicciones que hice sobre el futuro, es la estructura familiar: una de las cosas que planteo en el «Pretéritos Futuros» es que dada la creciente diversidad del estado de la familia, se va a convertir en una especie de compañía limitada, donde hay dos o más socios que venden y tienen acciones: una cooperativa genética. Yo no me sorprendería que en un futuro cercano se convierta casi en el concepto de las vacaciones compartidas: Tú tienes a tu hijo por día, otro lo tiene los lunes, y otro lo tendrá el martes… Y así, siete padres, uno por día…
¿Qué vendrá de aquí en adelante, en tu futuro?
Yo voy a continuar con las mismas cosas. Primero quiero hacer una obra sobre la burocracia, porque se ha convertido en una especie de Kafka 2.0, y por otro lado, completar los proyectos que tengo: acabar mi novela gráfica y comenzar la película. Otros comics que están inconclusos, por ejemplo, uno en el que Cerati es el protagonista. Encontrar tiempo fuera de los resquicios que tengo para esto.
El arte es una cosa que uno hace en contra de los demás. Porque todo el mundo tiene otras cosas que hacer en el trabajo, en la casa… Es una cosa que hay que hacer oponiéndote a todo el mundo. Entonces, pocas ideas pero fijas, como decía un amigo argentino.