Los camerinos vacíos son lugares de poesía. La secuencia de espejos rodeados de luz, los percheros listos para recibir las pieles que los artistas vestirán para transformarse, los recuerdos de los espectáculos previos, los enchufes estratégicamente ubicados, y el esfuerzo casi obvio de dar comodidad a las personas que en ellos se transmuten. Un camerino vacío es casi como un escenario vacío, lleva al espectador a plantearse un montón de posibilidades, a imaginar miles de personajes que podrían aparecer en cualquier momento y que son lejanos al cotidiano, a la realidad. Un camerino vacío, eso es lo que había una mañana en El Teatro del CCI en Quito.
Luciana Grassi, Juan Pablo Asanza, Ricardo Velasteguí y Luis Secaira entran al camerino con su arsenal teatral. De repente, el lugar se hace humano, el aire cambia. Lo que parecía un espacio intocable y onírico, se transforma en el refugio de un equipo. Casi automáticamente, los espacios son llenados, los objetos son predispuestos. Parecería que la disposición del espacio estuviera previamente coreografiada. Hay tanta naturalidad en cada gesto de los artistas que se puede sentir que han llegado a su entorno natural. Luciana pone música y Juan Pablo comenta lo bien que huele el vestuario.
“Tenemos un escenario perfecto”, afirma imponente Carlos Ycaza mientras entra al camerino. “Pulamos todo hoy para llegar mañana relajaditos”, agrega. Carlos es el director de la obra que une a estos artistas para este proyecto. “Cock” es el nombre del proyecto que ha llevado a este equipo por Cuenca, Manta, Guayaquil y Quito. Una obra que ofrece sensaciones fuertes en torno a una historia conmovedora. Según Ricardo Velasteguí, “es una obra tan intensa que el espectador llega a sujetarse muy fuerte de la butaca”.
“Cock es como espiar por el agujerito de una puerta a escondidas, eso es Cock”, dice Luciana Grassi quien tiene el papel de M, “una mujer divorciada, sumamente dulce, herida y tierna que busca un hombre con el que pueda complementarse y experimentar el compañerismo. Ese compartir lo encuentra en John. Le sorprende que él sea gay pero aprende a ver más allá, a ver todas las posibilidades de esa persona. Se enamora de la persona y no del sexo, de lo que él le hace sentir. Es una mujer desamparada en la obra. Está luchando por un ideal: la familia, los hijos, las navidades juntos…”.
Ricardo Velasteguí interpreta a “la pareja oficial de John”, H. “Es un tipo duro. Toma decisiones fuertes y firmes. Él es la fuerza de la relación, el que cuida a John, lo guía. Es como una imagen paternal, madura. Cuando llega el momento en que su debilidad sale a relucir, cuando John se va de su vida, esa parte dura de H se acaba y empieza la desesperación y frustración. Su mundo se cae”, cuenta el actor.
El papá de H es interpretado por Luis Secaira. “El personaje del papá es muy intenso, muy agresivo, muy protector, muy humano. Trata de defender a capa y espada la relación de su hijo, una relación que ha tomado mucho tiempo afirmar y que de pronto se ve afectada por una mujer que se cruza y trata de romperlo todo. Hay que tomar en cuenta que es una relación muy diferente, de dos personas del mismo género. El papá tomó la decisión de apoyar al hijo en su relación, no iba a permitir que nadie se cruce y rompa con eso”, comenta Luis.
Y John, el centro de todos los conflictos, tiene el rostro y la gestualidad que Juan Pablo Asanza le presta. El actor habla de su personaje como un ser “muy liviano y frágil. Toma la vida a la ligera. Tiene esta relación con H, que se resquebraja constantemente. Se topa con una chica y se da una pequeña atracción. Le gusta la retroalimentación que recibe de ella. El conflicto para él empieza cuando su novio le dice: decide si te quedas conmigo o con ella… La psicología de este personaje permite al público tener muchas apreciaciones de él”.
La obra se divide en tres actos: El primero muestra la relación entre John y H, el segundo escenifica el encuentro y acercamiento entre John y M. Finalmente, “la licuadora”, como lo describe Luciana, que es un acto que conjuga a todos los personajes y los muestra en conflicto.
Cuando los actores pisan por primera vez el escenario que los acogerá durante un mes de funciones, se reencuentran con la historia y las sensaciones. Antes de comenzar el ensayo general, los actores reconocen su nuevo espacio. Se puede ver a Luciana parada en la mitad del escenario viendo hacia las bancas del público, analizando las tablas y escaneando el techo. Inmediatamente, los artistas marcan trazos escénicos de manera fría, muy técnica. Desde la cabina de las luces, Carlos Ycaza da indicaciones claras. Prueba la intensidad de las luces en interacción con los personajes en escena.
Después de unos minutos, el escenario queda libre, los actores se retiran, vuelven al camerino. Mientras tanto, el director monitorea cada detalle técnico del espacio. Se ven escaleras entrar y salir de escena, gente modulando la intensidad de las luces, y, de rato en rato, Carlos solicita la presencia de uno u otro personaje para verlo dentro de la estética escénica que, con pinzas, él construye.
Cuando todo está listo, las luces se apagan y comienza el ensayo general, comienza la obra.
El equipo de “Cock” es una familia. Se siente la cercanía en su interacción. Como parte de su convivencia y rutina de trabajo, se han planteado ciertos rituales. Por ejemplo, visitan los santuarios de las ciudades en las que presentan la obra. Estuvieron el Santuario de Nobol en Guayaquil, en El Cajas en Cuenca y se plantean ir Al Panecillo en Quito. Ricardo confiesa que uno de los rituales antes de salir al escenario es tomar un shot de tequila, además del calentamiento y la buena vibra que se genera antes de entregarse a las tablas. La “Mierda” es otro de los rituales que preceden a la obra. Es una antigua práctica de camerino que consiste en pronunciar la palabra y desearla a los compañeros de trabajo. Este ritual ahuyenta toda la mala energía y predispone a la gente a dar lo mejor en escena. Nuca falta antes de cada función de “Cock”.