Es inevitable pensar en el fin del mundo en esta época. Estamos bombardeados por diferentes escenarios del final de los tiempos, auspiciados por Hollywood, y hasta programas familiares de la televisión ecuatoriana como Día a Día. ¿Alguien más recuerda que en los 90, el documental sobre Hercólubus, el planeta rojo, fue retransmitido varias veces a petición del público?
Los Mayas nos marcaron un destino ineludible con el fin de su calendario y los medios televisivos. Pero digo, dejemos de lado un rato esa horrenda película «2012» y esos documentales a lo Discovery; dejemos de lado a ufólogos peruanos que aseguran que habrá contacto extraterrestre y mejor veamos cómo algunos artistas plantean el fin de los tiempos. Como mínimo estas visiones son más entretenidas.
Empecemos con estos diaporamas entre esperanzadores y devastadores, creados por el escultor Thomas Doyle. Este proyecto titulado «Distillation» se basa en la destrucción del espacio suburbano estadounidense. Acá los lugares pudieron ser destruidos por alguna catástrofe natural o alguna guerra, pero es inevitable pensar en las ruinas, en las casas destruidas o comidas por la tierra. Lo interesante es que estos escenarios catastróficos no son definitivos. Existen sobrevivientes que, vestidos en tonos pastel, siguen deambulando por estos lugares destruidos. Posiblemente el fin del mundo no sea el fin de mundo en sí, sino más bien el fin del mundo como lo conocemos.
De parte del cineasta danés Lars von Trier tenemos la película «Melancolía», un melodrama que nos muestra el choque de un planeta gigantesco contra la Tierra. Lo interesante es que a diferencia de varias películas sobre el fin del mundo, a esta historia no le interesan las ciudades en colapso ni la crisis colectiva. Más bien nos pone en la perspectiva de una familia de solamente cuatro personas, resaltando el fin de su mundo y no el fin de toda la humanidad. En este caso, von Trier es mucho menos esperanzador. El choque de Melancolía con la Tierra es inevitable y no existe esperanza en los lamentos. Este planeta azul es hermosísimo, y el momento del choque contra la Tierra es igual de hermoso. Esto no es un spoiler, si no has visto la película hasta ahora, seguramente no la vas a ver en el futuro.
Y con una impresión visual más divertida, con colores saturados y chicas esbeltas -poco o nada vestidas-, el fotógrafo californiano, Neil Krug (obsesión personal reciente), construye un mundo amarillo y desértico, habitado solamente por sus personajes o sus huellas. En realidad el trabajo de Krug no puede ser definido como una representación del fin del mundo, es más bien la libre interpretación de este pobre engendro obsesionado con el fin de los tiempos. La estética vintage setentera de estas fotografías y la naturaleza rockstar de estos personajes, a veces solitarios e impotentes y a veces sobrehumanos y superficiales, es la característica más representativa de este escenario del final de la humanidad.
Sin irnos demasiado lejos, en Quito se realizó recientemente el Zombie Walk, performance colectivo que sucede en varias ciudades del mundo. Algunos disfraces estuvieron muy buenos, algunas personas en verdad encarnaron a estos seres del apocalipsis contemporáneo e hicieron un performance realmente divertido. Como en ediciones anteriores la mayoría aprovechó para tomarse fotos medio maquillados, trasvestirse de putas zombies (que no pudieron esperar hasta el fin de año) y las putas zombies clásicas (que no pudieron esperar cinco días para vestirse de enfermeras en Halloween). En todo caso, cualquier acto performático en esta ciudad es bienvenido. Si va a existir un fin de los tiempos, el apocalipsis zombie sería mi elección.
Esta obsesiva necesidad de construir diferentes escenarios del fin del mundo es, sin duda, otra señal del fin del mundo. El que un hecho posible, tan tajante y trágico, se escape de las manos de la ciencia y sea violentado por la industria televisiva y hollywoodense tiene que ser el comienzo del fin (solamente nos falta escuchar la versión de Snooki sobre el fin de los tiempos). Qué bueno que los artistas contemporáneos hagan algo al respecto y nos muestren una faceta más interesante del posible fin.
Texto: Daniel Romero