Aquellos seres que nos alejamos de las farras reguetoneras por las Fiestas de Quito, nos reunimos en uno de los pocos lugares donde se tocó algo de indie…en el Rock ‘n’ Beef. En este pequeño bar, escondido en una de las antiguas casas de La Mariscal, se organizó una modesta pero potente tocada. A los enigmáticos personajes que rondan ‘la zona’, les atrajo el recio sonido de esta casona, alejada de la tecnocumbia que presentaba ‘Juanita Burbano’ en plena Foch.
Vieja por fuera y junto a un árbol tan antiguo como el mismo barrio, la estancia y sus sonidos alternativos nos invitaron a pasar. Tras subir las gradas de concreto y pasar por el portón de madera, la barra y un hombre negro, con gafas y en silla de ruedas, nos dio la bienvenida.
Los que estaban tocando eran los de Sideral. Esta banda quiteña presentó un sonido muy apegado a lo indie. Su nombre describe perfectamente su trabajo, el cual llegó a transformar nuestros sentidos. Durante su intervención, hasta pareció que nos estábamos transportando en el espacio por el eco de sus sonidos. Especialmente en su última canción, en la cual el ‘jam’, la improvisación y la experimentación se adueñaron del ambiente. Lo que sí dio una sensación diferente a la música de la banda, fueron las letras. Estas tienen una tendencia más popera y se alejan del estilo volátil y espontáneo de la musicalidad de Sideral.
Tras algunos minutos de espera y con música de Zoé en el fondo, llegaron desde Cuenca, Rosas Para Los Muertos. Esta banda de hardcore y metal propuso un estilo totalmente distinto al anterior grupo. Sus letras fueron fuertes y apelaron mucho a la crítica costumbrista. Un ejemplo de ello fue la canción «Hogares Cuencanos»… Según los artistas, éste tema nació como una protesta a las familias curuchupas de la ciudad. Tras esto, el lugar estaba por llenarse. La acústica explosiva, pesada y densa de esta banda gustó a los presentes y lograron vender algunas copias de su EP llamado “Identidad”.
La otra agrupación que iba a alternar en el concierto era McClane. Por razones de salud, su vocalista no se pudo presentar y el público se quedó con las ganas de escucharlos.
La banda que dio el último golpe de la noche fue Dimitri Bollocks. Sin duda alguna, estos músicos fueron los más esperados. La gente, al sentir su presencia, aplaudió y se agrupó frente al improvisado escenario. La luz del bar bajó de intensidad y las primeras notas sonaron. El ambiente fue perfecto para comenzar a crear música oscura y con fuertes rasgos de rock puro. Canciones como «Trece» o «Bajo» tocaron argumentos como la desconfianza, la locura o la depresión. Los de Bollocks sonaron sólidos con esa mística sombría y melancolía que los caracteriza. Su propuesta, muy parecida al rock de garaje, nos hizo experimentar el estado puro de este género.