4 bandas ecuatorianas con sabor a psicodelia

por Ga Robles

Detrás de una mano de  propuestas independientes, se desviste una ligera ola psicodélica que va tomando formas distintas según dónde se encarna. La psicodelia en sí misma emana varias sensaciones y puede ser digerida, bien en un ambiente hippie muy tranquilo, o mucho más esquizofrénico y liberado a solo sentir.

Acá van cuatro bandas independientes de Ecuador en las que el elemento psicodélico es parte de su caldo de cultivo musical. Cada una explica por qué:

Leif Podhajsky psicodelia local Radio COCOA

La Máquina Camaleön

«No tienen que ser hippies para escuchar psicodelia, pero sí podemos transformar la experiencia de escuchar nuestra música, en rituales modernos». ‘El inmenso’, un tema de casi cuatro minutos en su versión de estudio, se convierte en uno de estos rituales de casi 10, bajo la neblina guapuleña cómplice.

La música que hace Felipe Lizarzaburu, ‘El Camaleón’, es a ratos un pop con hermosas letras surreales, pero tiende a transformarse. La Máquina Camaleön utiliza a la psicodelia como arma de su volatilidad: la excusa perfecta para que siempre esté cambiando. Con un formato de banda, los dedos del Camaleón se estimulan y empiezan a vociferar en el teclado.

 

Mamá soy Demente

Su propuesta desde sus inicios nos ha hablado de un esoterismo inculto, influenciado tal vez por máquinas sonoras como Pink Floyd. «Acepta la demencia y se libre, suéltate de la cordura pues esta no es más que un puñado de costumbres enfermas», reza un textito descriptivo en Facebook y se perpetúa en una carrera que empezó así, profesando líricas paganas entre sonidos multipolares.

Para Carlos Bohórquez, integrante fundador de esta banda, más que nada, esos sonidos salen en una intención de ‘provocar’. Su psicodelia no ha sido la misma ayer ni hoy, sino que se ha reinventado en el tiempo. Puede que ahora le hagan menos a los sintetizadores,  aunque ese sonido sea una marca de fondo. «Canción ácida del disco ’49 días jugando’ fue uno de esos clímax donde encontramos ese trip con vértigo». La psicodelia para Carlos Bohórquez: «Puede ser esa sensación de estar volando».

 

Efraaín Granizo en forma de Durga Vassago o Van Fan Culo

«Soy de humo y sal, me pongo azul, de humo y sal, me entierro…» y ¡Paf! sigue el juego. Es ‘Melman’, un tema de Durga Vassago que persigue a fuego lento a la psicodelia y se deja llevar por esa marea de sonidos diáfanos.

Efraaín Granizo ha sido protagonista de un experimento sensorial en Durga y en su proyecto solista Van Fan Culo. «Es una cuestión innata de tocar para transmitir emociones, manejar las emociones de la gente. Entras en un espacio para hacer de ti lo que quiera. Es un elemento que hace levantar las emociones y llegar a ellas». Se convence de que la psicodelia no necesita ser estridente. Recuerda un tema de Van Fan Culo en el que suena potente la voz de Jennifer Byron.

 

Macho Muchacho

En la psicodelia, la voz pasa muchas veces a segundo plano o deja de existir. Los momentos largos de solo instrumentación nos introducen en un túnel que se genera al cerrar los ojos. Entonces, es ahí cuando trasciende la música de Macho Muchacho a otro plano en el oído de quien los escucha.

Velocidad cósmica con llamados a Tierra para comprobar el pulso de las guitarras. «La verdad no he pensado mucho en eso, pero puede sonar un poco psicodélico lo que hacemos», dice Pablo Jiménez, bajista de MM. Los tirones electrónicos, el noise efervescente en sus canciones, arrebata con la quietud del público y le da harto qué sentir. Todo con una dosis de esa «psicodelia matemática», como define Carlos Bohórquez a lo que sale de Macho Muchacho -aunque no sea del todo conciente-, de eso se trata.

 

 

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