1×1

por Radio COCOA

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Por: Andrea Costales

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Los conocedores y catadores implacables de la “buena música” y la “calidad” en el país, están profundamente perturbados, ya que dentro de la denominada ley de medios (Ley Orgánica de Comunicación) que será tratada en los próximos días por la Asamblea Nacional, consta un artículo: Art. 108.- Difusión de los contenidos musicales-, más conocido como “la ley 1×1” o “el 1×1”. Este artículo propone que, por cada canción internacional que se transmita en una radio, deberá transmitirse también una canción nacional. Es decir, la música producida, compuesta o ejecutada en el Ecuador, representará el 50% de los contenidos musicales emitidos, con el correspondiente pago y distribución de los derechos de autor, de acuerdo a las leyes vigentes. Todo este tema merece un análisis más profundo que el que correspondería al primer impulso de algunos, que sentirán que su gusto, por música extranjera exclusivamente, se ve amenazado.

Los opositores alegan que, de aprobarse este artículo como parte de la Ley de Comunicación, los oyentes perderían la libertad de elegir la música que quieren escuchar. Cabe preguntarse: ahora mismo, ¿los ciudadanos tenemos libertad de elegir lo que escuchamos? En gran medida, no. La mayor parte de la música que se transmite hoy por hoy en las radios, es impuesta por el sistema. Sin pretender caer en un discurso anti-imperialista, mi intención es más bien la de proponer que hagamos una reflexión al respecto de que la tal libertad, a la que algunos pretenden defender con dientes y garras, ni siquiera existe. El asunto aquí no es “libertad” versus “imposición”. El verdadero dilema es: dejar que otros países impongan su música o, en su defecto, lograr que nosotros, los ecuatorianos, al fin, vayamos tomando control de lo que producimos, difundimos y escuchamos.

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No se estaría experimentando con el mecanismo. Existen algunas experiencias positivas en otros países, que pueden ser un buen referente para nosotros. Argentina, Francia, Brasil, Canadá, Australia, y España son países que han contado con leyes que favorecen la música local a través de mecanismos de regulación. Estos países han recurrido a la obligatoriedad de cuotas en radios y medios de comunicación, en diferentes momentos de su historia. Francia, por ejemplo, tiene una ley de cuotas desde 1982, y la misma ha sido modificada varias veces, hasta llegar al requerimiento del 50%.

Un elemento clave que se desprende de la propuesta en el 1×1, tiene que ver con el pago por los derechos de autor. Leyes vigentes estipulan que las radios deben pagar regalías por el uso de obras musicales en su programación. Estas regalías, recaudadas por la Sociedad de Autores y Compositores del Ecuador (SAYCE), son distribuidas entre los creadores de las obras. Cuando en lugar del 10%, sea el 50% de esas regalías las que se queden en nuestro propio país, hay serias posibilidades de que se revitalice la industria, generando nuevas y cada vez mejores obras, propuestas y proyectos musicales.

Otro argumento popular entre los opositores de la ley es que, si los músicos nacionales quieren un espacio dentro de las radios, deben ganárselo a partir de la calidad. Por un lado, hablan como si las canciones de artistas internacionales que escuchamos en la radio, fueran sometidas a altos y exigentes controles de calidad. La cruda verdad es que la programación regular a la que somos sometidos, no es más que lo que las casas disqueras internacionales envían o, en su defecto, “lo que está pegando afuera”. Y por otro lado: ¿Qué es calidad? ¿Quién define el significado de calidad?  ¿Se refiere al sonido de la grabación? ¿A la afinación de cantantes e instrumentos? Al ¿nivel de la poesía en las letras? ¿O al mensaje que proyecta la canción? En la música, y en el arte en general, la calidad cae, inevitablemente, en el relativismo. La verdadera riqueza aparece cuando existe pluralidad.

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Seguramente la música nacional tiene, todavía, un largo camino que recorrer. Sin embargo, aceptar ese hecho, no contradice en absoluto el valor detrás de la propuesta del 1×1. La realidad es que un gran porcentaje de público ecuatoriano, no quiere oír música nacional. El radioescucha está alienado y ha venido alienándose desde hace mucho tiempo. Desde un punto de vista sociológico, tal vez, es probable que pocas cosas de las que se producen en el país, sean compatibles con lo que le gusta al público ahora mismo. En ese sentido, creo que el 1×1 va más allá de la idea de darle un “trato especial” a la música hecha en el país, por el simple hecho de ser ecuatoriana. Es, más bien, la oportunidad de abrir la mente de los oyentes y  formar un público mucho más crítico, que interactúe con las propuestas locales, hacia la construcción de una verdadera identidad musical.

Predigo que, con la aprobación del 1×1, habrá desorden, y del bueno. Esta regulación producirá tal movimiento, que temblarán las raíces de lo que conocemos, y comenzará la deconstrucción de los pilares previamente establecidos. En el camino, ciertas radios quebrarán, artistas fugaces aparecerán y desaparecerán de la escena, algunos géneros perderán popularidad, mientras que otros, probablemente, la recobrarán. Habrá un maravilloso caos en donde la incipiente industria musical, tal como la conocemos, colapsará, en pos de una nueva, más sólida, más equilibrada, y más sincera industria de la música en el Ecuador. Habrá que darle una oportunidad al quiebre total. Puede ser que ese sea el camino más eficaz para el renacer de la música nacional.

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