Una mirada al proceso editorial independiente local

por Adrian Idrovo
El financiamiento, el posicionamiento en librerías y el posible público lector son desafíos para las editoriales independientes. Aun así, éstas perduran.

Un estudio publicado en 2018 por el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLAC) encontró que en los principales mercados editoriales de la región (Argentina, Brasil, México y Colombia) las editoriales que dominan la industria son las gigantes Penguin Random House y Planeta.

Con ambas deben competir las editoriales medianas y pequeñas, cuyos procesos en la mayoría de casos se realizan de manera independiente, lo cual se traduce en una constante lucha por mantenerse a flote, como lo demuestran cinco casos ecuatorianos consultados para esta nota.

Un nicho dentro de un nicho

Las editoriales medianas y pequeñas, muchas de ellas independientes, aparecen para publicar los géneros literarios que no se ven en el mercado mayoritario como los ensayos, textos periodísticos o las publicaciones descontinuadas. O incluso géneros conocidos pero que no se observan en el mercado de autores ecuatorianos como la novela juvenil, ciencia ficción, entre otros. Algunas de las editoriales que atienden estos campos en el país están: Alectrión, El Fakir, Kikuyo, Severo y USFQ Press.

Cada una trabaja en su propio espacio específico. Para Kikuyo es el ensayo y crónica de movimientos sociales; El Fakir reimprime literatura ecuatoriana del siglo XX; Alectrión abarca la novela, poesía y ensayo; Severo, la literatura contemporánea y andrógina y USFQ Press, libros académicos.

Gracias a su especialización “todos tienen una identidad editorial marcada”, asegura Álvaro Alemán, editor de El Fakir. Pero esto no los restringe, por el contrario, “siempre se antepone la creatividad a la norma”, comenta Fausto Rivera, editor general de Severo.

Pero dentro del ecosistema “aún creciente” que es el de la literatura ecuatoriana, como lo describe Daniel Galeas, fundador de Kikuyo, es difícil atraer al reducido público lector. Esto puede suceder por la falta de un canal de comunicación confiable con el público. Según el CERLAC, esta degradación va desde “la reducción de los suplementos y las revistas culturales” hasta “su capacidad para orientar el interés del público” a novedades literarias.

Otra razón puede ser que la literatura ecuatoriana no aborda géneros populares. “Uno no empieza leyendo lo más complejo a lo más fácil”, comenta Camilo Larrea, director creativo de Alectrión. Y con un público tan reducido como lo es el ecuatoriano, es aún más complicado lograr cubrir los gastos de producción.

Costo y financiamiento

El proceso editorial se divide en selección, edición, maquetación, impresión y publicación. Según las editoriales consultadas, este dura de 2 a 4 meses y cuesta alrededor de $2.000 a $4.000 dependiendo del trabajo que requiera.

La impresión es lo más caro. Según Andrea Naranjo, editora en jefe de USFQ Press, es el “70% del costo de producción”. Esto se debe a la “falta de una industria papelera en el país establecida”, opina Daniel por su parte.

En promedio, las editoriales venden tirajes de 200 ejemplares en alrededor de 6 meses. Por lo que, para financiarse en ese tiempo, también ofrecen talleres, asesoramiento editorial y gráfico, correcciones, etc. Por ejemplo, el asesoramiento editorial es una de las mayores ganancias para Alectrión, comenta Camilo. También está el acceso a fondos públicos como el del Instituto de Fomento a la Creatividad y la Innovación, ONGs o de empresas privadas.

Además, “la industria editorial en América Latina ha discurrido muy influenciada por las crisis económicas de sus diferentes países», de acuerdo con el Centro Español de Derechos Repográficos (CEDRO). Esta desestabilidad pone a consideración una “posible relación entre la desigualdad económica de un país y su gasto per cápita en material de lectura”, explica CEDRO.

Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Ecuador es el tercer país con mayor desigualdad en Latinoamérica; y si se acepta esta hipótesis, esto explicaría el difícil ambiente para la producción. Fausto está de acuerdo con esto y comenta que esta desigualdad “imposibilita que se piense a la cultura como un derecho, no está dentro de la canasta básica”. Y si no se producen, no pueden llegar al público general, lo que en sí es un problema a parte.

Posicionamiento en librerías y distribución

Discurre, publicación de Kikuyo con encuadernación hecha a mano estilo japonés.

Una editorial industrial no tiene ningún problema con llegar a las perchas. En el caso de Penguin Random House, este tiene su propio departamento de logística para controlar el proceso de distribución. En su sede española, este tiene más de 30.000 metros cuadrados, para controlar los 25 millones de copias que envían a Europa y Latinoamérica. Para esto subcontratan canales de distribución privados de 24 y 48 horas de trabajo, según un artículo de El Mercantil.

Las editoriales pequeñas, en cambio, realizan la mayoría de sus ventas en locales independientes; en el caso de Quito, en espacios como Tres Gatos, Rayuela, Tolstoi, La Madriguera, entre otros. El contacto con ellas es directo y se cobra mediante una consignación del 30 al 35%. Por el contrario, evitan cadenas grandes, ya sea por diferencias intelectuales, como Kikuyo, o porque éstas tienen una mayor atención en “cómo seleccionan sus libros”, lo que deja afuera algunos ejemplares, afirma Camilo.

La distribución nacional es otro problema. Según las editoriales consultadas se puede contratar una distribuidora privada, pero esto tiene un alto precio. Por lo que se necesitan otras opciones. Previo al 2020, el envío a cualquier parte del país con Correos del Ecuador costaba “$1,50”, recuerda Fausto. Pero tras su liquidación en mayo de ese año solo queda Servientrega, que tiene como costo mínimo por peso $5,25.

Su importancia

Pero a pesar de todos los obstáculos, las editoriales independientes siguen esforzándose por promover la literatura que de otra manera no se vería. “Somos un modelo híbrido de militancia cultural y un negocio”, dice Daniel. Esto es clave, estas promueven la cultura y la “des-elitización” de la misma, agrega.

Kikuyo mezcla distintos campos artísticos como en su libro Kill Kay Pacha, autoría de Sumay Cachimuel de la banda de rap en kichwa Los Nin, que al incorporar un código QR se puede escuchar la música del autor. El Fakir está trabajando para publicar una colección de novelas de la primera mitad del siglo XX escritas por mujeres. USFQ Press, Alectrión y Kikuyo tienen libros de acceso abierto, algo que no sucede en editoriales industriales.

Estás son solo unas pocas de todas las editoriales que están intentando sobresalir en el ecosistema literario ecuatoriano. Todas, con excepción de El Fakir y USFQ Press, son autosustentables, pero las dificultades de este mercado laboral hacen de su estabilidad algo dudoso y vuelven al futuro incierto.

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