Reales Tamarindos, el segundo disco de Tripulación de Osos, revitaliza la música independiente local. Un trabajo arriesgado que puede marcar una época. ¿Estarán a la altura del desafío?
El espíritu de los 90 renace en la música de la Tri. Un grito que permanecía ahogado -en una ciudad cada vez más hostil con las expresiones culturales- se libera en las once canciones de Reales Tamarindos; el segundo disco de la banda de Mauro Samaniego (voz y guitarra), Juan Andrés Bustamante (voz y guitarra), Luis Cisneros (bajo) y Sebastián Jaramillo (batería). Lo que inició como una reunión de amigos para tocar covers de sus bandas favoritas en 2013, ha mutado en una propuesta madura y potente. Una bocanada de la vieja escuela para desacomodar a una audiencia que se ha acostumbrado a las bandas con depuradas estéticas y sonoridades, aunque sin un mínimo de rebeldía.
Queda poco de la onda de Robormiga (2015), su primer disco, el cual los llevó a lugares insospechados pero que apuntó a mostrar las distintas influencias de sus integrantes y cierto afán por complacer al público. “En la postproducción, tratamos de hacer un acercamiento más pop; a redondear todo en un paquete que se pueda hacer más comprensivo”, señala Juan Andrés sobre su álbum debut. Con ese material, esta banda que se iba a llamar «Robormiga» levantó una cantidad importante de seguidores, aunque sus músicos tenían otras inquietudes y necesidades sonoras.
“Creo que mucho tuvo que ver la época en la que decidimos sacar covers, porque estábamos hartos de tocar nuestros temas”, recuerda Mauro, sobre los dos años posteriores al lanzamiento de su primer disco. En ese punto del camino, Niñosaurios, Led Zepellin, The Hives, Queens of the Stone Age, y otros referentes más cercanos a sus voces, eran parte del repertorio que sonaba en la sala de ensayos. Al tocar canciones de esas bandas, se abría un espacio para traer de vuelta el fuego que mantiene vivo a las escenas musicales: música para poguear y cabecear y, sobre todo, comentarios más agudos en sus nuevos temas.
“Plexo”, “Blush” y “Remolino Penal” fueron las canciones que marcaron la transición de Robormiga a Reales Tamarindos. Tres temas con un aire más nostálgico por la música de la década de los noventa y más alejados de la alta estilización y sobreproducción del indie rock actual. “Necesitábamos hacer algo que tenga un peso desde otro lado”, sostiene Mauro. Por ello, pisaron el acelerador y afrontaron el reto de completar el repertorio del disco sin darle tantas vueltas, pero ir “más allá de hacer música que suene bien”, apunta.
“Volví al cielo azul
despegando en la luz
Volví al pasado, al parecer
nada ha cambiado”
Remolino Penal
A finales de 2016, los cuatro músicos viajaron a Guayaquil junto a Miguel Ángel Espinosa, ingeniero de grabación y co-productor del disco. La Tri hizo base en Poli Music, un estudio casero localizado en Samborondón con todos los juguetes necesarios para hacer un álbum profesional. La escena estaba completa con una piscina, siempre disponible para engañar al calor de La Perla. En otras palabras, un santuario para encerrarse a hacer rock o “el sueño del pibe”, como lo describe Miguel Ángel.
Entre el 26 y 30 de diciembre, la banda grabó las bases instrumentales sin haber definido las letras de los temas. “Queríamos retratar el momento”, recuerda Sebastián Jaramillo, baterista de la Tripulación, sobre el impulso de componer y grabar el nuevo álbum en pocos días. Fue aquí cuando el disco adquirió el carácter de una banda de rock: espontánea, cruda y directa.
La Tri asumió el compromiso de no ahogarse en el perfeccionismo y tomar riesgos en ese proceso. Como co-productor, Miguel Ángel trató de capturar la energía de esos días en el estudio en Guayaquil, haciendo que las cosas fluyan, manteniendo “la vibra y la emoción”. El solo de guitarra de “Radar” de Juan Andrés, por ejemplo, salió en el take de prueba de su instrumento. Meses más tarde, y de regreso en Quito, la banda se trasladó al estudio de su ingeniero para grabar las letras de Reales Tamarindos, las cuales se escribieron en casi ocho semanas con la referencia de los bounces salidos de Poli Music. Mauro y Juan Andrés imprimieron sus voces sobre las bases musicales, durante cinco días en el estudio de Miguel Ángel. «La música es cruda pero en la parte lírica sí creo que nos tomamos mucho más en serio lo que queríamos decir… Entonces fue como una combinación”, dice Mauro.
“Pintemos sobre sus caras
Que se incendie la sede de la propaganda
Dame otra lata
Marca tu grafiti…”
Vampiros
Así el sonido y las letras convergieron con el concepto. En las once canciones de “Reales Tamarindos” se respira el aire desenfadado de una banda de garaje y el desencanto de la música grunge. Temas como “Factura”, “Ají Traga Lagartija”, “Silencio de Radio” contienen riffs agresivos y tonalidades más oscuras, que se traducen en cierta angustia existencial. “Remolino Penal”, “Desierto” y “Blush”, por otro lado, construyen atmósferas más melancólicas y nos recuerdan un pasado en común de la Tri con los melómanos que surgieron hace algo más de 20 años; una suerte de añoranza por lo que rotaba en el MTV de los 90. “…Nosotros somos como la última generación que tiene como esta influencia más old school (…) De alguna manera, somos unos de los últimos que podemos cargar esta huevada que nos marcó tanto a todos”, dice Mauro.
Mira nuestra sesión para «Electrolitos» de Tripulación de Osos
Pero también hay otra línea narrativa más local en el disco. Desde la alusión a Portoviejo, la ciudad de los “Reales Tamarindos”, hasta el manejo del lenguaje en varias composiciones. “Un millón de sucres en biela, para ver los meteoritos”, gritan Mauro y Juan Andrés en “Electrolitos”; “un romance se acabó en los canales de televisión, dramas tóxicos para almorzar”, canta Mauro en el intro de “Vampiros”. Un par de versos que son guiños a las imágenes de “El pank de cada día” (2000) de Tanque y “Todo se destroza” (2009) de Biorn Borg; bandas influyentes del punk quiteño de la década del 2000 e igual de determinantes para la Tripulación de Osos.
“Un millón de sucres en biela
para ver los meteoritos
Un millón de sucres ya no hay más
no tienen la maquinita
En bici por la playa industrial
Un buque de carga, un buque de carga”
Electrolitos
Los tiempos son diferentes pero el ánimo permanece intacto. Reales Tamarindos es la llama que hacía falta en la escena local. Un disco que nos recuerda la esencia de la música underground al romper con los estándares del indie contemporáneo. “Ojalá que para la gente sea la foto de lo que pasa en sus vidas”, dice Juan Andrés. Es un trabajo que emociona por su honestidad y el entusiasmo inconsciente de marcar a una generación que reclamaba por una banda de rock.