Con Nothing, Fuck the Facts y Svalbard, la lista pesada del mes nos trae pura variedad. Música hipnótica, honesta y potente.
1. Nothing / Álbum: The Great Dismal
De entre las agrupaciones que me han acechado últimamente por la densidad de sus arreglos se destacan los nativos de Pensilvania, Nothing. Y es que no podía ser para menos. En lo desolado de un año como 2020, devastado por una pandemia y el colapso de muchas de las estructuras y paradigmas políticos y sociales, las notas de The Great Dismal confirman esa “exploración existencial de temas como aislamiento, extinción y comportamiento humano”, de una manera cínica, tétrica y brutal.
Con un sonido de voz desconectada, muy similar a bandas grunge de los 90, junto a una atmósfera hipnótica post punk, las referencias del pasado son constantes y confirman lo macabro, atormentado y pesado que puede sonar lo no estridente. La delicadeza con que se abre el disco conlleva la presencia de un muro de nostalgia constante que ahoga toda esperanza y nos entrega tan sólo desolación. Pero empapada en belleza.
Completamente destacable es la limpieza que se nota en todos los instrumentos. Junto a una envidiable composición, mantiene una línea alta durante todo el álbum, el cual se apoya en la claustrofobia creada por las líricas y la voz. Los contrastes entre los temas son coherentes, y conducen a un adormecimiento.
El resultado final es la sensación de unidad, como si todo el LP de Nothing fuera un solo tema que no termina nunca, que nos deja sin saber si queremos que se acabe, o si de hecho estamos perdidos al aceptar que nunca culminará. Sin embargo, como todo en la vida, finaliza, y por todo lo alto. Una de las mejores entregas musicales de la banda y, en general, del año.
2. Fuck the Facts / Álbum: Pleine Noirceur
Por muchos años, los canadienses Fuck the Facts han permanecido alejados de los grandes reflectores y se han movido constantemente entre las escenas underground del noise y el grindcore. Aun así, tienen una vasta producción, llena de inolvidables discos, todos ellos fieles a la conciencia del DIY y, por decir poco, geniales. También podemos decir, después de todo este tiempo, que lo que no ha bajado es su intensidad y furor, llenos de una creatividad gigante.
En un tira y afloja, Pleine Noirceur navega constante entre un complejo post-noise y el tradicional grind, apuntando especialmente a la experimentación, y a la extrapolación de las disparidades musicales. La agresividad de varios pasajes es controlada con el rápido cambio de tempo y el correcto manejo de las emociones y sentimientos en la áspera voz de Mel Mongeon. Se encuentran dispersos fragmentos de influencia groove, hardcore y doom, de una forma equilibrada entre sí y notable.
En resumen, FTF es más que nada un derroche de pasión, la cual se consume de a poco y explota en arrebatos incontrolables de ira. Pero lo que más se destaca es la variación y el poco miedo a la hora de salirse de los cánones de lo supuestamente establecido en la música pesada.
3. Svalbard / Álbum: When I Die, Will I Get Better?
“Un abrumador derroche de creatividad y emoción en un disco que ofrece una verdadera experiencia de inmersión con un perfecto balance entre momentos caóticos y serenos”.
El nuevo disco del cuarteto de Bristol llega con una purificada evolución en cuanto a su ejecución. Queda poco por decir: es excepcional, y tiene que ser visto como un certero paso adelante en la carrera de Svalbard.
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Las melodías amparan una construcción rítmica llena de sentimientos que abordan temáticas crudas: misoginia y problemas mentales, entre otros. Estas temáticas denotan el porqué de esa construcción musical, que se debate entre lo brusco y la esperanza. Es imposible perder de vista esto al escuchar When I die, Will I Get Better? Un disco que se siente muy personal y cercano, especialmente por lo oscuro de los tiempos marcados por incongruencias en los que nos debatimos.
Hay una gran influencia del shoegaze, cargada de guitarras melódicas y líricas con una efervescente discusión dentro de la cual nunca fue una alternativa el disfrazar sus verdades. El mensaje de Svalbard es directo, apasionado y auténtico.