Suburbia cumple 18 años haciendo lo que sus integrantes más aman: ska. Previo a su show acústico en el Teatro Capitol, conversamos con sus integrantes, quienes nos contaron sobre el momento que vive la banda y lo que tienen proyectado para el futuro.
Nos encontramos en Quito, a mitad de la semana. Es el último día de octubre, y ello se siente. Hace rato que las fuertes temperaturas del verano han cedido su lugar a una lluvia torrencial que aparece cuando uno menos lo espera. No llueve, pero el rumor de las aguas está presente en el ambiente. Son las 5 de la tarde. En plena Guangüiltagua, muy cerca del parque Metropolitano, los integrantes de Suburbia Ska se disponen a ensayar. Es su última práctica antes de su esperado concierto acústico en el teatro Capitol, con el que celebrarán sus 18 años de trayectoria, que se cumplirán a principios del 2020.
En un cuarto acondicionado como estudio, dotado de una cómoda salida a un balcón, los integrantes de la banda se acomodan lo mejor que pueden. Se abandonan a la camaradería, se relajan. No hay motivo para preocuparse, en especial porque el día que importa no es hoy: es mañana. Este rato, en cambio, es el indicado para relajarse, probar, equivocarse y mejorar de cara al evento definitorio.
Además de los nervios de un concierto inminente que, hasta hace poco, ninguno de ellos hubiera considerado como algo más que una mera posibilidad, también hay espacio para un desahogo ante el trabajo duro de las últimas semanas. Y, también, la expectativa de vivir un auténtico éxtasis frente a su público, ese que los ha acompañado a lo largo de casi dos décadas. “Va a ser una linda fiesta. Nos hemos sacado la puta”, dice, visiblemente emocionado y con cierto tono socarrón en su voz, el baterista Alejo Charpentier.
No podría ser de otra forma. El concierto acústico de Suburbia es un premio a la persistencia y a la pasión. Para los músicos será el punto más alto de una trayectoria que han construido con la valiente certeza de que, salvo muy pocas cosas, la música es lo que más disfrutan en sus vidas.
Un origen entre siglos, entre milenios, entre chamos
Como muchas otras bandas de gran trayectoria en la escena ecuatoriana, Suburbia empezó cuando sus integrantes eran muy jóvenes, algunos de ellos apenas en el colegio. Esos primeros días del siglo XXI marcaron los inicios de un grupo muy heterogéneo, con una gran diversidad de gustos musicales que iban del metal a la música tradicional ecuatoriana. ¿Un espacio para las incompatibilidades? En realidad, no. Porque un ritmo común unía a todos estos jóvenes ansiosos de hacer de la música su vida: el ska.
Con la firme idea de entrarle duro a este género, “20 huevones” —en palabras de Alejo— se reunieron un día para tocar las canciones de Los Fabulosos Cadillacs. No hubo mucha planificación. Casi que, en ese mismo instante, decidieron qué instrumento tocaría cada uno. Fue un día, si bien improvisado, legendario. Había surgido algo importante. Poco después, cuando corría el 2002, nació oficialmente Suburbia.
Desde esa fecha han transcurrido 18 años. A lo largo de ellos, la banda quiteña ha sacado dos LPs y un EP, y se ha consolidado como uno de los grupos más populares de ska en Quito, merced a su estilo desenfadado y poético, internacional y criollo. Como dirían, mezcla de tripa mishqui y Coca Cola. “La idea, ahí, fue irle metiendo identidad, y para eso recurrimos al bagaje tradicional, la música tradicional de Ecuador y Latinoamérica. Eso ha sido más o menos cómo se formó y cuál ha sido la idea de la música”, señala Alejo.
Y lo complementa con unas palabras que uno no se resiste a transcribir: «Es un gozo, es un gozo como artistas poder incrementar estos géneros. Son géneros súper ricos, a nivel musical, a nivel lírico: el pasillo, el sanjuan, las bombas, son ritmos que tienen incluso otras métricas».
Ese estilo tan particular de la banda es fácil de advertir en su canción icónica: “Skasillo” —que forma parte del primer disco, homónimo, de Suburbia, lanzado en 2007—, una mezcla de la delicadeza elegíaca del pasillo con el ritmo endemoniado del ska. “La velocidad del pasillo resultó ser una belleza. Yo le escuchaba el otro día y me quedé así: ooooo. ¡Qué linda letra, huevón! Con esa cadencia del pasillo, es otra cosa, y, claro, Pavese, el gran Pavese, un poeta italiano buenísimo”, completa Alejo.
Y es que uno de los primeros versos del “Skasillo” es la archiconocida línea escrita por Cesare Pavese: “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”. Pero el poeta italiano no es la única debilidad de los letristas de la banda. Julio Cortázar y Mario Benedetti pueden contarse entre otras de las grandes influencias que, desde un principio, han nutrido las letras de los quiteños.
Las cosas hoy en día
Desde los albores del siglo, mundo ha cambiado bastante. Han desaparecido algunas bandas, han aparecido otras. Han cambiado los procesos de grabación, los festivales, los medios de comunicación, los géneros musicales. Y, del mismo modo, las cosas han variado muchísimo para los integrantes de Suburbia.
“A nosotros nos ha costado manejar la banda y llegar a ser profesionales. Empezamos con un hobby, en el garaje, y luego crecimos. Cada año queremos crecer más, metemos gente nueva que también viene a sumar con nuevas ganas. Hemos aprendido bastante y seguimos aprendiendo. Y ahora nos manejamos de una manera mucho más profesional en todo sentido. Ha evolucionado toda la banda y yo también como músico”, afirma Gabriel Guerra, tecladista de Suburbia.
Y ese hobby se ha extendido ido mucho más allá de lo que los miembros de la banda se plantearon en los primeros años. Por entonces buscaban crecer, consagrarse, tocar para sus primeros fans y para sus panas. Hoy, con varias generaciones de quiteños que han escuchado su música y han convertido sus canciones en himnos para musicalizar su juventud, los retos son muy distintos. “Ahora que compartimos camerinos con bandas como Guardarraya, es como si viéramos de una sola todo lo que ha pasado”, acota Chavo Trujillo, el trombonista de la agrupación.
Entre esos conciertos íntimos, para conocidos y seguidores primerizos, media un espacio de casi dos décadas. Un espacio donde se encuentran los discos, las giras y, asimismo, la propia evolución de los músicos —que hoy se encuentran en la treintena—, convertidos en hombres con muchas responsabilidades que trascienden la música sobre sus hombros.
Y es que la música es una pequeña parte de sus vidas, con horas robadas, en medida de lo posible, al trabajo y a la familia. Una parte sacrificada, sí, pero, a fin de cuentas, muy feliz. “Es estos 18 años de conocer gente, conocer amigos, vivir experiencias. La música es un camino bonito, es una carrera maravillosa”, se emociona Alejo.
Los proyectos de hoy
A más de hacer discos, Suburbia ha incursionado en otras artes. Después de todo, para sus miembros tener una banda va mucho más allá de hacer música. «Todas los artes confluyen en esta banda, de una forma bien bonita. La fotografía, por ejemplo, el video, la literatura, la poesía», señala Alejo.
Y ese interés, muy en la línea de los tiempos actuales, donde todo artista posee múltiples y muy variados intereses, ha llevado a la banda quiteña a asociarse con varias personas del campo de las artes, en este caso, para la portada de su nuevo disco. «Todo lo que puede ser trabajar el arte del disco nuevo, que lo hicimos con la gente de Hormiga. Genial que nos guíen por ese camino de crear una imagen para la banda entendiendo nuestras personalidades«, dice Chavo.
Ese disco es el largamente esperado «A Este Paso«. Lanzado el año pasado, «A Este Paso» viene a ser un nuevo paso dentro de la evolución por parte de la banda. Un paso que, no obstante, vuelca la mirada al pasado y se nutre de un ska mucho más clásico que el acostumbrado. Eso, sin descuidar un ska de corte más reciente, como para mostrar la forma en que tiempos distantes confluyen en el arte de una banda experimentada.
«Hacemos una primera búsqueda por ahí (la primera ola). Y así como hay estos temas, también hay otros más ska-punk de la tercera ola, mucho más californiana. Ahí se ve cómo nosotros hemos ido evolucionando a través de los años y cómo el ska ha ido evolucionando en nosotros», indica Alejo.
Estamos frente a un trabajo construido, a diferencia de los anteriores, con apoyo. Porque si de algo ha vivido Suburbia a lo largo de su historia, es de la autogestión. «Hemos tenido que sacar de nuestro dinero para sacar los discos. Por eso nos hemos sacado la madre ahorrando casi todo lo que ganamos para sacar proyectos como discos de calidad», afirma Gabriel.
«A Este Paso», por el contrario, ha permitido un respiro a sus integrantes. Para este álbum, no sólo fueron capaces de hacer un disco con tiempo, a sus anchas, sino que se han puesto en contacto con gente de mucho calado para que les dé una mano. Y, sobre todo, han dicho adiós a las limitaciones para hacer todo que siempre quisieron.
«Haber contado con recursos fue genial. Por ejemplo, el señor de acá (Gabriel) grabó con piano de cola los pianos. Y teníamos un montón de tambores. Yo tuve como siete redoblantes ahí. Y trabajamos con Xavier Müller, un productor que conoce bastante del género», indica, con un tono que oscila entre la risa y la seriedad, Alejo.
Los recursos salieron de un concurso de fondos concursables al que Suburbia postuló previo a la grabación de su nuevo disco. Para el efecto, Alejo llenó una exigente aplicación en la que quedó detallada, con muy mucho entusiasmo, la intención del proyecto.
La evaluación fue muy positiva y Suburbia se hizo con lo que le había faltado para los trabajos previos, en especial para el primero, en cuyo sonido cuidado no se advierten las grandes dificultades: «El primer disco lo grabamos aquí (risas), en este estudio. Aquí grabamos la batería, la medusa estaba en el cuarto de abajo, los vientos los grabamos en el baño», recuerda Alejo, revelando algo que, más que otra cosa, queda como una bonita anécdota de los primeros tiempos, marcados por la precariedad y el aprendizaje.
Los que están por venir
La consigna para el futuro es derribar los muros, lanzarse a la aventura internacional. Es parte del la nueva etapa de una banda que, conforme transcurren los años, se pone retos cada vez mayores. El horizonte se ve lejano, pero la esperanza está presente. Es la ley del arte: seguir compitiendo y buscar nuevos espacios.
«La única forma de competir es seguir sacando más material. Es, con lo que estamos haciendo, estar dispuestos a ir a enfrentarnos al mundo. Dar lo que nos toque dar. Pero hay que ir a paso a paso. Porque la expectativa no se sólo estar en Ecuador e irnos a Colombia luego, sino irnos a Colombia y ver si es que nos vamos a Argentina, ver si nos vamos a México y nos quedamos. De ahí, capaz e irnos a Europa», indica Chavo.
Pero ese futuro se antoja lejano todavía. La realidad es que todavía es el último día de octubre y Suburbia tiene el concierto a la vuelta de la esquina. Antes de que el entrevistador se retire y deje a los músicos ensayar en paz, puede percibir que el ambiente relajado que reinaba al principio del diálogo no se ha diluido. Por el contrario, se persiste.
No hay el más mínimo rastro de nerviosismo minutos antes de comenzar la tocada final. 18 años, toda una vida, serán aprovechados en breve por un grupo de compañeros, amigos, que llevan mucho tiempo en esto y que lo disfrutan tanto como entonces. No hay espacio aparente para las dudas, para los resquemores. Eso será mañana. Pero, a fin de cuentas, tener miedo no importa. Mañana será una fiesta.