Las estrellas del rock no existen en Ecuador. Pero de vez en cuando, aparecen. No son mitos construidos en Behind The Music, ni figuras públicas que no pueden caminar por la vía pública. Mucho menos, músicos de bandas que llenan estadios. Contrariamente a todo lo que las industrias culturales se han encargado de reproducir como rock stars, nuestro medio tiene un sistema de autoproclamación para obtener esa etiqueta, a partir de logros medianamente relevantes.
He escuchado a varias personas y colegas que trabajan por la cultura, hablar sobre sus penas al momento de colaborar con proyectos musicales. En mi trabajo como productor y director de este medio -independiente-, también lo he visto de cerca y sé de anécdotas acerca de la prepotencia de muchos músicos. Algunos de ellos siempre actúan como si todos… público, gestores, productores, Estado y empresa privada les debieran algo. Una amiga productora me contaba cómo después de una prueba de sonido, uno de los miembros de una banda le preguntaba «¿quién le iba a cargar los instrumentos?»; otro recordaba cómo una cantante se quejaba de que no hubieran suficientes cervezas en el camerino, o cómo una banda no valoraba una gestión de comunicación muy importante que se había hecho a nivel mundial.
También puedo decir lo mismo sobre algunas bandas que faltaron a acuerdos de palabra (por lo que ahora se firman convenios), otras que no fueron recíprocas con la ayuda que les hemos brindado y que no han valorado importantes esfuerzos de producción, que se han hecho por poco o nada.
Trabajar bajo esa forma y con estándares irreales para el medio en el que vivimos, es totalmente perjudicial para una escena independiente que goza de excelente calidad artística, pero reprueba muchas veces en calidad humana. Como artista, probablemente, puedes pedir que incluyan en el catering el frasco lleno de M&M’s rojos, si trabajas contratado por una mega corporación. Sin embargo, eso no otorga una licencia para actuar despóticamente o no corresponder el trabajo que otros también hacen en la producción de un evento, la difusión de un concierto o cualquier tipo de colaboración. Insisto en el verbo colaborar, ya que muchos de nosotros, quienes estamos involucrados en la gestión y producción, no lo hacemos con afán de ganar dinero, sino de generar un movimiento interesante y propuestas para una oferta cultural a veces limitada en nuestro país.
A eso se le suman las carencias estructurales en Ecuador para el crecimiento de la música independiente. Si todos sabemos que son pocos los espacios para conciertos o discutimos frecuentemente sobre la programación de los medios privados… entonces, ¿por qué no pensar en colaborar y dejar de lado las actitudes egoístas? En este sentido -y como comentario paralelo- también es una contradicción quejarse de no ser incluidos en la visión tradicional de los medios y la cultura, ya que la independencia también debe entenderse como una respuesta o estar al margen de ese sistema.
A partir de nuestra experiencia del trabajo en la radio, con la tecnología, los nuevos medios, las herramientas y el talento de la gente, hemos visto que los proyectos que mejor funcionan son los que tienen un relación de ida y vuelta, y la suma de esfuerzos, entre los músicos y productores. Esto significa no esperar a que alguien haga todo el trabajo por ti. En este país, todavía hay mucho trabajo por hacer antes de sentirse en el Salón de la Fama del Rock N’ Roll.