“Siempre efímero, jamás sin memoria”, el poder de cambio del arte urbano en GYE

por Pablo Dávalos

Dos mentes visionarias están detrás de un festival de arte urbano que floreció en las peores condiciones posibles. Mafo López y Carla Bresciani cuentan lo que ha sido crear la “Bienal Haciendo Calle” desde Guayaquil, con la pandemia como escenario.

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De cierta forma, Guayaquil fue el lugar ideal para la Bienal. Foto: Amaury Martinez

A pocas semanas de iniciada cuarentena, Guayaquil era una de las ciudades más afectadas. No sólo del país sino de la región. No era extraño que los noticieros internacionales se refirieran a ella como la Wuhan de latinoamérica: las imágenes de muertos en las calles realmente eran impactantes. Pronto la ciudad se vio desolada y destruida anímicamente. 

Muy aparte de la pandemia y la cuarentena, la Perla del Pacífico no tenía la fama de ser un territorio precisamente amigable con el graffiti o cualquier otro arte de la calle. En realidad, como dice Mafo, “es casi impensable pensar en las palabras Guayaquil, arte urbano y calle juntas en una oración”. Y peor aun, en la idea de un festival de arte urbano. 

Guayaquil se ha perfilado como un lugar hostil en el imaginario colectivo, y hasta la fecha lo sigue siendo. Para muestra, un ejemplo: hace poco comenzaron a borrar el muro que Apitatán había modificado en el casco histórico de la ciudad, una de las principales intervenciones del festival Guayarte del 2017. Es algo común, todos los días se fondean de gris las paredes. 

El panorama hostil es por ausencia total de políticas públicas en torno al manejo del arte de calle”

 

– Mafo

En medio de ese escenario tan desfavorable, apareció un proyecto que en pasadas ocasiones había intentando germinar, sin mayor éxito. Al día de hoy, en cambio, la Bienal Haciendo Calle florece como una de las propuestas más visionarias de gestión, manejo y exposición de encuentros de arte urbano en el país. 

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Carla (izquierda) y Mafo (derecha). Foto: Amaury Martinez

Las mentes maestras

Son dos mujeres apasionadas por el arte urbano y convencidas de su poder de acción. Juntas son como David contra Goliat —una figura que representaría las adversidades tan abrumadoras que ambas tuvieron en frente antes de sacar la Bienal adelante—. 

María Fernada López, o Mafo, es una investigadora, docente, doctora en arte urbano, madre, gestora y hasta graffitera. Sus trece años de experiencia y trayectoria le dan el aval para ser una de las principales referentes sobre estudios de arte urbano en Ecuador y Latinoamérica. 

Carla Bresciani es oriunda de Guayaquil, pero con varios años de experiencia pintando, principalmente en el exterior. Además, es diseñadora, community manager y productora general de la Bienal. Para ella, trabajar con Mafo ha sido hacer escuela, aprender de gestión y de la academia.

Cada una dio con la otra cuando Mafo curó una exposición de Carla e hicieron switch. Casi automáticamente se juntaron como colegas comprometidas con el proyecto. Y poco después, como amigas infalibles. 

Es importante visibilizar que somos dos mujeres combatiendo juntas, sororas entre nosotras”

 

– Carla Bresciani

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A plena vista. Una de las obras de la Bienal. Foto: Amaury Martinez

Las Virtuales

En primera instancia, el festival apareció de manera virtual. En aquel mes (mayo), esas intervenciones remotas era lo único que se podía hacer en lo que respecta al arte urbano. Era lo más ingenioso, en realidad. Para los artistas, el ejercicio consistía en intervenir fotografías seleccionadas, a manera de montaje digital

Así era posible pensar en resignificar esos espacios menoscabados de Guayaquil, para convertirlos en escenas esperanzadores que ayuden a los guayaquileños a levantarse. Responder y darle vida a una ciudad asolada por la muerte

En total se lograron reunir 35 intervenciones de nueve países: México, Perú, Chile, Brasil, Argentina, Guatemala, Honduras, Ecuador, Italia y Venezuela.

Como resultado de esa primera etapa, el proyecto causó impacto en medios nacionales e internacionales y marcó tendencia en redes sociales. Sin embargo, lo grande estaba por venir.

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El trabajo en equipo. Una vista de la Bienal en plena marcha. Foto: Amaury Martinez

Las Verticales

La intención inicial siempre había sido crear un festival más allá de la pintada. Un espacio expositivo, reflexivo, educativo y con vinculación comunitaria. En resumen, integrar varias aristas en una sola propuesta contundente y valiosa. Esta segunda etapa es aquella en la que la Bienal Haciendo Calle ha logrado florecer con todos sus colores.

En esta fase se decidió intervenir 10 muros en la comunidad de Nuevos Ceibos – Socio Vivienda III, en las afueras de Guayaquil. Uno de los objetivos principales era tener más independencia y evitar las molestias municipales. El otro era trabajar en comunidad, y nada mejor que en una zona periférica y marginalizada.

Esto se convirtió en un desafío incluso más grande que los anteriores. No sólo la logística era más complicada ahora, sino que se necesitaban pintura y andamios para cubrir las paredes de cinco metros de altura. Para dar este paso fue clave vincularse con la comunidad. Y hacerlo ejecutando un proyecto en conjunto: pintando, comiendo, cargando cosas y cuidando a los niños

El arte urbano es mi credo y ese es mi diezmo”

 

– Mafo López

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Para sacar adelante el proyecto fue necesario lograr un vínculo con la comunidad. Foto: Amaury Martinez

Cuando le pregunto a Mafo cómo han financiado el proyecto, me responde: “A vaca, todo es autogestivo (…) el trueque, la minga y los afectos: eso hemos hecho hasta ahora”. Y añade: “es un proyecto que está basado en mucho amor, en relaciones afectivas, total y absolutamente”. Lo cierto es que los muros intervenidos dejan ver justamente esa conexión.

Una conexión que, en tiempos como los que vivimos, es una ayuda muy grande. Como diría Carla, “no es su cualquier pintadita, es una pintada bien puesta”. Y a pesar de todas las dificultades, las cosas funcionaron. Sin embargo, todavía quedan muchos objetivos por delante.

Más allá de este momento. Haciendo Calle se proyecta al futuro. Foto: Amaury Martinez

Lo que queda y lo se viene

La Bienal Haciendo Calle deja 10 muros, un trap —sí, un trap como su soundtrack— y una comunidad contenta con su espacio regenerado.

Respecto al nombre, si bien se llama bienal —lo cual hace pensar, por supuesto, que se llevaría a cabo cada dos años—, Mafo y Carla no piensan parar de pintar. Tienen todavía proyectos por delante, como una segunda intervención, con una curaduría para niños, y una tercera intervención, que se integra al trabajo del colectivo Graffitodas.

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También tienen planeado un libro como registro y testimonio de una propuesta sin precedentes. Como dice Mafo, “las nuevas verticales son los libros”. Porque “(hay) muy poca producción de habla hispana sobre teoría de arte urbano. Es momento de dejar de pedir prestados marcos teóricos”. 

Ser centro desde la periferia es una de las principales consignas del festival. Es cierto que Guayaquil parece ser el territorio más hostil para la gráfica urbana, pero, así mismo, es el lugar que más lo necesita. Por eso ellas han decidido combatir desde esa trinchera. No sólo hoy sino, sobre todo, mañana

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