Prólogo: Por un futuro líquido

por Radio COCOA
Mientras un reducido grupo de científicos se obsesiona por buscar vida fuera de nuestro planeta, la gran mayoría nos vemos en la necesidad de encontrar soluciones aqu­í, para hoy. Para el futuro.

Imagen: @vite83

 

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Una de las prioridades de la exploración del espacio es la búsqueda de agua en otros planetas. Encontrar agua abre la posibilidad de que nuestra especie descubra vida fuera de su propio planeta, la Tierra. Aunque la llamamos “Tierra”, su superficie está cubierta en un 71% de agua y es justamente el agua, en estado líquido, la materia más importante que contiene.

El cuerpo de un humano recién nacido es hasta un 75% agua. A medida que el cuerpo envejece este porcentaje disminuye. Un adulto promedio puede sobrevivir sin consumir agua solamente entre 2 y 3 días. Después de muerto, el proceso de descomposición de un cuerpo concluye cuando éste se ha secado casi por completo. “El cuerpo humano es sólo una estación temporal en el interminable movimiento del agua desde las nubes hasta el mar y viceversa”, nos dice el libro A History of Water.

Sabemos que el agua es un componente esencial para la vida, ¿o no es la sed lo primero que aprendemos a expresar cuando nacemos?  Sin embargo, tendemos a dar por hecho que el agua que consumimos a diario y que usamos para nuestro aseo está ahí y estará ahí siempre disponible, infinita. Ignoramos que a pesar de la vastedad de agua en el planeta, solamente un 2.5% es dulce. Y aunque sí­, el agua se renueva constantemente a través del ciclo hidrológico, su disponibilidad está en crisis.

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Hoy, por acciones directas de los seres humanos, las zonas muertas, áreas acuáticas donde los niveles de oxígeno son tan bajos que no pueden soportar vida, están aumentando en número y tamaño debido a la contaminación. Sequías, inundaciones, las alertas sobre las amenazas que enfrenta el agua no son nuevas, pero se están intensificando frente a un planeta poco apto para la vida humana. Y mientras un reducido grupo de científicos se obsesiona por buscar vida fuera de nuestro planeta, la gran mayoría nos vemos en la necesidad de encontrar soluciones aqu­í, para hoy. Para el futuro.

Afortunadamente, no se trata de descubrir el agua tibia, sino de dirigir la mirada a quienes han habitado la Tierra no como los únicos seres de este planeta. Entre un 20 y 25% de la superficie terrestre contiene el 80% de biodiversidad, de las cuales el 40% son áreas protegidas e intactas. No es coincidencia que esas áreas sean custodiadas por poblaciones indígenas (UNDESA, 2019) que, a la par de defender su autonomí­a y formas de vida en dichas tierras, mitigan las consecuencias socioambientales del desarrollo.

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A lo largo de nuestra historia hemos demostrado una profunda veneración hacia el agua que se ha expresado de distintas maneras. En Egipto, la inundación anual del Nilo era motivo de festivales y ofrendas a los dioses, mientras que se esperaba con optimismo una buena cosecha. En Mesopotamia, los ríos Tigris y Éufrates eran venerados a través de rituales y la construcción de templos dedicados a los dioses del agua. En el Valle del Indo, una diosa del agua era objeto de veneración, y se desarrollaron sistemas de gestión del agua para el riego y el baño. En nuestro lado del mundo, varias culturas originarias de América realizaban ceremonias en honor a deidades del agua y construyeron complejos sistemas de riego para la agricultura.

El manejo técnico del agua para la agricultura y la ingeniería hidráulica han sido elementos cruciales en la evolución humana. El desarrollo de estas técnicas aseguraron el acceso a alimentos y líquido vital facilitando el desarrollo de civilizaciones avanzadas. Claramente, la veneración y esta gestión técnica del agua cambiaron la forma en que vivimos y fueron fundamentales para garantizar el bienestar, supervivencia y progreso de la humanidad.

¿Pero, cómo hemos pasado de la veneración a la negligencia?

En las últimas décadas, la acción humana ha generado cambios en el clima que no solo se hacen evidentes en el aumento de la temperatura; se hacen evidentes en alteraciones en los patrones de precipitación, aumentando la frecuencia e intensidad de fenómenos climáticos extremos como sequías e inundaciones. Mientras que en ciertos lugares se agudiza la escasez de agua, en otros, su exceso genera catástrofes.

Por efecto del crecimiento demográfico, el desarrollo económico y los cambios en los patrones de consumo, la demanda de agua limpia se ha mantenido en alza en las últimas décadas. La agricultura es la actividad humana que más agua requiere y a medida que el índice de crecimiento poblacional aumenta, se incrementa la producción de alimentos. Si no se implementan cambios en las prácticas de uso y gestión del agua a nivel global, la consecuencia esperada es un déficit hídrico significativo para el año 2030. Suena obvio, pero sin suficiente agua, aumentará el hambre en el mundo.

A esto se suma el problema de la contaminación de las fuentes de agua debido a los vertidos industriales, mineros, agrícolas y urbanos, lo cual afecta significativamente la calidad del agua. Esta contaminación incluye elementos como productos químicos tóxicos, metales pesados, pesticidas, fertilizantes y residuos plásticos, que generan consecuencias graves tanto para los ecosistemas acuáticos como para la salud humana. Es decir, de ser un líquido que facilita la vida, el agua se está convirtiendo en un veneno que la limita.

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Como un llamado a la acción universal para enfrentar la pobreza, proteger el planeta y garantizar la paz y prosperidad hacia el año 2030, en 2015 las Naciones Unidas (ONU) plantearon 17 Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS). Siendo el agua un componente esencial para la vida en el planeta, al menos 7 de estos objetivos tienen una relación directa con el acceso, gestión, cuidado y conservación del agua.

Si bien se han realizado avances en su desarrollo, estos esfuerzos parecen estar lejos de las metas establecidas. Urgen más acciones efectivas a nivel global, regional y local para generar y promover estrategias de sostenibilidad ambiental, y así, garantizar un futuro.

Desde nuestra posición ecuatorial, un territorio único y megadiverso con abundante agua por sus glaciares andinos, costas y ríos, nos comprometemos a ubicar conocimientos y estrategias integrales que faciliten la construcción de un futuro. Este compromiso implica difundir el vasto trabajo tanto de comunidades ancestrales, científicas y académicas para el desarrollo de estrategias de protección, cuidado y gestión del agua en Ecuador, en la región y en el mundo.

Creemos además que el futuro es un ejercicio especulativo. Para crearlo, primero hay que imaginarlo e imaginar requiere concebir ideas, mundos, sociedades y realidades alternativas a la que conocemos.

Por eso, Futuro Líquido entiende al agua más allá de su vitalidad como recurso para los seres humanos. Futuro Líquido entrelaza complejas relaciones culturales, sociales y políticas. Entiende  al agua como el sustento de la vida.

EL FUTURO SERÁ LÍQUIDO O NO SERÁ.

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