«Sudamérica» es la primera composición de Daniel Mancero a su llegada a París. Según él, en Francia siente una conexión aún mayor con esta parte del continente. Esas “cosas mágicas y maravillosas” que encontraba en su país las representa en el preludio para piano solo, el cual publicó el jueves 30 de enero. Dos días después apareció «Amigo Trigo».
“Lo de Amigo Trigo fue una suerte inmensa. Desde muy pequeño escuchaba esa canción cantada y tocada por Promesas Temporales. Cuando me llamaron para ser parte del proyecto Infiernillo, apenas vi que esa era una de las canciones escogidas, me lancé». El proyecto consistió en hacer nuevas versiones de música protesta durante la época de Febres Cordero, en la década de los 80, a fin de despertar la memoria del oscurantismo de su gobierno. Una vez que hice la adaptación, llegó el día de grabarla y no conseguí cantante. Había hablado con un amigo mío, Carlos Grijalva, pero como no podía acompañarme en la sesión, decidí cantarla yo. Me llenó de emoción cantarla, aunque debo admitir que siempre siento vergüenza al escuchar mi voz porque sé que no soy cantante”.
Tener conciencia del “otro” es trascendental para Daniel Mancero. Cuando esta existe, entonces se cumple parte del deber que él encuentra en el arte: comunicar. Mancero empezó en el mundo del jazz, sin embargo con el tiempo se lanzó hacia la música poscolonial. Es hacer música andina, porque la siente propia. Su trabajo también habla del vínculo entre la música y la filosofía “creo mucho en el pensamiento poscolonial y admiro mucho a sus filósofos, especialmente a Mignolo, Echeverría y Dussel… Para mí, no hay nada más contemporáneo que nosotros: Sudamérica. Porque todo lo que el ‘postmodernismo’ plantea se encuentra como una práctica natural en nuestros países. Lo andino es, para mí, una forma hiper expresiva de ser. Yo me siento muy andino”.