Las editoriales independientes se asumen como tal porque son emancipadas de los conceptos del mercado. Si bien buscan vender para sostenerse, es primordial para ellas la calidad y la pertinencia de los textos.
Editar un libro implica diseñarlo, corregirlo, maquetarlo, crear la portada, imprimirlo, distribuirlo, promocionarlo y venderlo. ¡Nada menos! ¿Tú sabes el costo que esto puede tener?
Los costos altos de la producción editorial son un aliciente para pensar dos veces en lanzar libros e intentar vivir de aquella industria. Por eso, en los últimos años se ha visto un auge de emprendimientos editoriales que potencian obras rechazadas por la gran industria.
Las grandes editoriales se mueven por circuitos muy cerrados. “Se manejan con autores que les presentan otros autores o que ya tiene un currículo, pero cuando tú quieres publicar por primera vez, el mercado es complicado”, explica Sandra Ayara, escritora quiteña amante de la literatura. Como muchos que entran en esto de ponerse una editorial, vio la necesidad de dar protagonismo a textos con calidad literaria, que de otra manera, no iban a tener oportunidad de salir a la luz.
Con este propósito, en 2011 nace Doble Rostro. Los primeros libros en publicarse bajo este sello fueron: Miss O’ginia, de Fernando Escobar Páez, y Los diarios sumergidos de Calibán, de Ernesto Carrión. La idea era publicar textos que fueran ‘periféricos’ y contundentes. “Para publicar con nosotros, es necesario primero enviar el texto, acá lo analizamos, vemos el potencial que tiene, y de ahí pasamos a ver los detalles”, puntualiza Sandra.
Otra casa que busca impulsar a autores ecuatorianos jóvenes, es Turbina Editorial. “Intentamos rescatar voces desafiantes que incomoden, que sean potentes y se atrevan a romper con el canon”, dice Juan Pablo Crespo, editor de Turbina.
“La editorial es un lugar muy pequeño, un escritorio con una laptop, una lámpara y una impresora, ubicado al lado del comedor de mi casa”, describe Juan Pablo. Antes utilizaba una habitación, pero ahora ese espacio se convirtió en el cuarto de su hijo que está a un mes de nacer. El resto del equipo (diseñadores, diagramadores, ilustradores, correctores) trabajan desde sus casas.
«Siempre pensamos en formatos compactos, pero que tanto el diseño como el contenido fueran poderosos. Que nuestros libros, en su pequeñez, muevan cosas grandes. Como ocurre con una turbina, que es pequeña en relación a lo que impulsa y mueve, de ahí el nombre”, explica Juan Pablo.
Bajo principios similares, en 2015 nace El Fakir Editores. Esta editora funciona en el segundo piso de una casa colonial del siglo XIX en el centro de Quito. En el proyecto están Gabriela Alemán, César Salazar y Álvaro Alemán.
Una editorial grande está buscando qué es lo que al público le gusta y a partir de eso enfoca sus políticas de publicación. La editorial independiente plantea el mercado al público y espera una respuesta “En nuestra editorial lo que buscamos es publicar lo que el público necesita leer”, agrega César.
El Fakir se enfoca en recuperar textos olvidados o desconocidos que son importantes para la literatura del Ecuador, como por ejemplo Los que siembra el Viento, que narra, con la voz de su propio protagonista Leonardo Páez, la historia de la quema de Radio Quito en 1949 cuando se transmitió al aire la adaptación de La Guerra de los Mundos.
El texto se escribió en la década de los 80 en Venezuela porque el autor se exilió después de lo que pasó y no se conocía en Ecuador. “Nos pareció importante recuperar esa novela y lanzarla porque es parte fundamental de la historia de la literatura y la comunicación social en el país, además de que posee carácter literario” agreda César.
Tienen varias líneas editoriales, una de ellas se enfoca en recuperar la voz femenina. Literatura escrita por mujeres o sobre mujeres. Este año van a editar una novela que cuenta la historia de una mujer que es abortista en la década de los 50 en el Centro Histórico de Quito, de Laura Pérez de Oleas Zambrano.
Otra línea de la editorial es la novela gráfica. Hace dos años publicaron “Virus tropical”, de la artista colombo-ecuatoriana Powerpaola, y también han difundido “Achiote” la primera novela gráfica del autor ecuatoriano-chileno Alberto Montt.
En el caso de Doble Rostro, ellos corren con los gastos de publicación de los libros que llegan a la editorial. “Nunca ha sido mi idea cobrarle al autor por publicar. Acá manejamos la idea de que, si el autor es bueno, pues se lo debe publicar. Y la editorial recupera cuando se venden los libros, lo que es una apuesta”, explica Sandra. El autor recibe regalías después de un año, y un porcentaje de ejemplares.
El editor independiente es alguien que conceptualiza a profundidad la obra en la que trabaja. Juan Pablo, en cambio cuenta cómo funcionan en Turbina: “a veces la editorial cubre los costos de edición e impresión, otras veces los cubre el autor y en ocasiones se comparten».
La distribución de los libros se hace a través de librerías y ferias. Turbina sin embargo, también lleva sus libros a lugares poco habituales: bares, cafés, centros culturales. Juan Pablo cuenta que el punto no es para ellos ganar en cada ejemplar. «Le apostamos al volumen. Vendemos muchos libros en muchos sitios, y así logramos mantenernos bastante bien”.
Sandra habla de un proceso de transición en el que todas las editoriales pequeñas se acolitan y se ven en conjunto como una unidad, particularmente en las ferias. Aunque no todas puedan asistir por costos de transporte y alquiler de los stands.
La relación entre editoriales independientes lejos de ser de competencia es de colaboración. De hecho, explica Juan Pablo “Acabamos de crear la asociación EIE (Editores Independientes de Ecuador), con lo cual este año varias editoriales hemos podido colocar nuestros libros en las Ferias de Buenos Aires y Bogotá”.