La cantautora Ilyari Derks estrenó en vivo su primer álbum como compositora, en el Teatro Nacional Sucre, el 12 de marzo. Con invitados especiales, intervenciones políticas y teatrales, el álbum Todas Mis Sangres demostró su infinito poder creativo y sociocultural.
Ilyari – que significa “amanecer” en quechua – nació en el Perú y radica en Ecuador desde los 6 años. De madre peruana y padre holandés, se autodenomina “Cholandesa” o “Grindia” con pleno orgullo y conciencia del mestizaje que atraviesa su existencia.
Después de graduarse del colegio en Perú, Ilyari emprendió un viaje que culmina ahora con el nacimiento de Todas Mis Sangres, solo para empezar uno nuevo y prometedor.
El álbum es fruto de las confusiones existenciales de sus veintes, de su búsqueda identitaria, y de su realización artística. Honrar sus orígenes, la tierra y el ser mujer han sido para Ilyari anclas a la vida y a la música.
Se crió rodeada de música y conocimiento sobre “el otro”, lo cual influyó para que desaparecieran en ella algunas barreras imaginarias que tenemos los seres humanos. Viene de una familia de músicos, campesinos, artistas y activistas. Así aprendió a mirar a través del ojo de la justicia, y a cantar a través de la voz que no solo suena, también comunica y transforma.
El mestizaje, la diversidad, la inclusión social y sistémica, los derechos de la mujer y la naturaleza son los temas que dan fuerza y vida a Todas Mis Sangres. El álbum se compone de 14 temas que se han gestado a lo largo de nueve años de genuina búsqueda personal y construcción colectiva. En él se reúnen variedad de estilos y géneros musicales como el huayno y el vals peruano, el jazz, el blues y hasta el rap.
Durante el camino que recorrió Ilyari, y que nos propone recorrer a nosotros, se encuentran ritmos afroecuatorianos y afroperuanos, sonoridades andinas, tropicales y europeas. Converge lo popular y lo occidental, lo ancestral con lo contemporáneo.
Lo mágico de Todas Mis Sangres es que vive en lo atemporal, transportando a todos quienes la escuchan a una realidad híbrida que podemos reclamar y reivindicar.
“Ilyari y Los 4 Suyos” es el nombre que escogió Derks para la agrupación. Significa “Amanecer en las cuatro direcciones”, como decidir estar presente en todo lo que existe. Los reconocidos músicos que la acompañan son Diego Carlisky (guitarra), Matías Alvear (bajo), Fidel Minda (cajón y marimba) y Daniel Sevilla (congas).
Sin embargo, al momento de grabar el disco, Ilyari no escogió el formato banda para la producción. Se fue más por encontrar lo que cada canción requería. En realidad, son muchos músicos y músicas diferentes quienes participan en los temas, y quienes representan distintas tradiciones musicales.
Por ejemplo, trabajó con el guitarrista afroperuano Coco Linares, un catedrático de esta música que lleva tocando 40 años. O con el guitarrista andino-peruano de la región donde nace el Huayno Ancashino.
Su idea fue comunicarse con quienes conocen perfectamente un lenguaje musical específico. Algunos nombres de músicos ecuatorianos que resaltan son el de Julio Andrade, importante representante de la guitarra quiteña, y Lindberg Valencia, marimbero e investigador de la música afroecuatoriana.
Ilyari es una música innata, su formación en la música viene más desde lo intuitivo y lo emotivo. No estudió música en la academia, pero ahora comparte este arte con destacados estudiosos de la materia. Al contrario de una limitación, esto ha sido un impulso para ella y reconoce, nuevamente, la importancia de lo mixto.
Ilyari aprendió la técnica y el lenguaje musical de grandes maestros como Emilio Lara para poder comunicarse entre músicos y componer sus propios arreglos. Sin embargo, reconoce lo difícil de ser mujer y de no haberse formado en la academia en un mundo dominado por hombres. Pero poco a poco ha ido abriéndose camino, demostrando todo su talento.
Ahora valora ambos mundos y sabe bien cuándo ciertos temas requieren de una visión sencilla y “a tierra” y cuándo otros requieren “volarse” y complejizarse con armonías y arreglos, sin olvidarse que lo más importante es sentir y evocar.
Esta manera de vivir la música se refleja claramente en el álbum como la naturaleza misma, matemática y a la vez bella, prolija y sensible.
Conversamos con Ilyari para conocer, entender y desentrañar los sentidos y profundidades de Todas Mis Sangres.
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Constanza Puente: ¿Por qué es importante para ti juntar, mezclar y unir géneros y estilos sin miedo a tradicionalismos o academicismos?
Ilyari: Para mí es importante porque el arte y nuestra vida son el reflejo de lo que somos. A mí eso es lo que me corresponde hacer por la diversidad cultural que llevo dentro, por mi crianza y mis raíces.
Si yo hiciera solo música andina te diría que hay muchos que lo hacen mejor que yo, porque es gente que ha crecido con esa tradición. Para mí se sentiría como una mentira, porque no soy sólo eso. Me ha pasado con productores que han querido trabajar tomando solo una dirección, o lo andino o lo urbano o afroperuano, pero no hemos salido adelante con eso.
Pienso que algo que va a hacer que sobresalga es que no encaja en ningún lado totalmente, y la realidad también es así, no tiene un solo color. Los purismos para mí no existen realmente, es mejor asumir esa diversidad que es una riqueza.
Es un juego. Es saber para qué estás escribiendo cada canción.
El álbum fluye, y se puede sentir esta manera intuitiva de componer y organizar las estructuras. ¿Cómo fue el proceso de composición del álbum? ¿Hay alguna canción en especial que recuerdas?
El proceso de componer siempre es diferente. A veces empieza con una melodía y después es prestarle atención de qué va: ¿es de amor o es contestataria? La elección viene después. Por ejemplo, cómo hacerle contestataria a una melodía amorosa. Es un juego. Otras veces hay un hecho que te impacta y eso sale como vómito. Sale la canción y se crea con melodía y todo. Es saber para qué estás escribiendo cada canción, por qué estás poniendo ese estilo o vestimenta.
Por ejemplo, «Huaquero” nació cuando conocí a Cristóbal Cobo, un investigador de los círculos líticos que hay en Ecuador. Él entiende esta visión de no poner al norte sobre el sur ni viceversa y poner el primer punto de referencia cardinal al este. El norte y el sur, entonces, están al mismo nivel, y la función de la línea ecuatorial es balancear y ecualizar los contrarios, la dualidad.
“Huaquero” para mí fue narrar eso y hacer un reconocimiento de lo que dejaron las culturas preincaicas. Para mí fue una manera de reconocer la ciencia que nace aquí y me cambió la vida entender todo esto.
“Anarka Siklón” cuenta la historia de mis abuelas a quienes les dejaban encadenadas con grillete en el tobillo para que no les lleven los novios, cuando su padre, el patriarca, se iba de viaje. Es mucho de historias y personajes lo que me inspira a componer; lo más importante para mí es que algo te tiene que tocar el corazón, tiene que haber la necesidad de decir algo.
Todas Mis Sangres es un LP diverso tanto en lo musical como en lo lírico. Integra dentro de sus temas al amor relacional, como en “Será Que Es Amor”; y a los derechos de la naturaleza en “Yasuní”.
La amalgama de temas y ritmos coloridos resultan en letras evocadoras de imágenes y recuerdos que calan en lo más profundo de nuestra memoria y cultura colectiva. Es un álbum perfecto para soñar despiertos y también experimentar la sinestesia.
Te topas con sabores, olores y texturas, sin dejar atrás lo corporal, la danza. Convergen tres idiomas y por ende, tres cosmovisiones distintas del mundo con el quechua, el español y el inglés; incluso escuchamos algo de holandés en Harrie (ft. Harrie Derks, su padre).
Mi papá era un fan de la vida, falleció hace un año con Covid y justo alcanzamos a grabar este tema una semana antes de que se enfermara.
¿Cómo llega Harrie al álbum y que significa para ti la canción y que sea parte de Todas Mis Sangres?
Harrie es un ft. con mi papá, él canta en la canción. Yo le hice una canción a mi mamá que se llama “Margarita” y mi papá se puso celoso, entonces le dije “te voy a hacer una canción”. Él viene de una familia campesina en Holanda, entonces son bien cerveceros, bulliciosos.
Los holandeses fueron grandes marineros y piratas, por eso empecé la canción así con un vals como que están unos hombres barbudos ahí chupando con unos jarrotes de cerveza.
De ahí cae en un blues, que es la imagen de mi papá sentado frente al mar, en su momento más tranquilo, viendo el atardecer y tomándose un trago, haciendo un brindis por la vida. La canción cuenta cómo el mar, en ese momento, se mete por sus ojos hasta su corazón, y de su corazón vuelve a salir una lágrima de fortaleza y amor a la vida.
Mi papá era un fan de la vida, falleció hace un año con Covid y justo alcanzamos a grabar este tema una semana antes de que se enfermara.
Para mí es súper importante que esta canción esté, porque era el último tema que faltaba grabar y estoy muy contenta de que se pudo hacer, porque sino hubiese sido bien duro sacar este disco así: incompleto.
Es un tema muy emocional, muy bonito de escuchar. Él dice en la canción: «Si no tienes al cielo en la tierra olvídate de tenerlo después” y esa es una gran enseñanza que él nos dio.
Es interesante cómo lo tradicional se deshace de purismos en lo atemporal y se enriquece de elementos musicales contemporáneos como el uso de audios y grabaciones externas. Escuchamos una pequeña parte de un discurso sobre lo mestizo y grabaciones de programas radiales, voces indígenas auténticas.
Lo que emociona del álbum es identificar(se) con palabras. Por ahí se escuchan expresiones como ‘ahuevado’, ‘shungo’, ‘carajo’, ‘tereques’, ‘qué chuchas’, ‘warmi’.
“Será que es amor” es una canción completa, con un arreglo de “Unchained Melody” de Righteous Brothers que se difumina perfectamente con las sonoridades andinas de la canción. En “Yasuní” se menciona la frase “Sacha sacra Yasuní” –Selva sagrada– y se nombra a la comunidad Taromenane, Huaorani y al Abya Yala.
Nombrar es algo fundamental, es necesario decir para reconocer y reivindicar. En “Chao” y “Justo Candela”, los ritmos afroecuatorianos y peruanos están presentes, donde también se nombra al Valle del Chota.
El quechua es un idioma que me hace calorcito el corazón cuando lo escucho, porque lo hablé de pequeñita.
¿Cuál es tu relación con el quechua y sus raíces?
Mi nombre significa “amanecer” en quechua peruano. Yo me crié hasta los cinco años en una comunidad quechuahablante. Mis primeros cinco años de vida fueron en Masin, un pueblo en la Sierra centro del Perú, en Áncash. Mis papás vivieron en Puno también.
Fue de ahí que me pusieron el nombre de Ilyari, porque también nací al amanecer. Entonces, el quechua es un idioma que me hace calorcito el corazón cuando lo escucho, porque lo hablé de pequeñita.
Cuando llegué acá, hice muchos amigos que son del norte, de Cotacachi e Imbabura, y ellos hablan el kichwa y hay palabritas que se parecen entre los dos idiomas. Y hay un cariño muy grande, muchas ganas de aprender, porque son palabritas las que me quedaron, las que hablo, las que meto.
Es más, son palabritas las que usamos nosotros en Ecuador, aquí la forma en la que hablamos tiene mucho del kichwa, los quechuismos. Y hay muchas ganas de aprender el kichwa de acá.
Te cuento que cuando escuchas los huaynos, cuando los escuchas en quechua es muy musical, es tan bonito. Además, una palabra significa toda una visión, toda una filosofía que ayuda a organizar la vida. Para mí es un gran pendiente re-aprender el idioma.
El acercamiento de Ilyari a lo indígena y lo afroperuano viene, por un lado, de indagar en su árbol genealógico, y de encontrarse con maestros afros e indígenas de la música tradicional, quienes le han abierto las puertas y le han enseñado.
Con ellos ha sentido afinidad y ha fluido la comunicación, pero es consciente cómo la racialidad juega un papel importante en las tradiciones. A la vez, entiende que los músicos ven más allá de eso y han percibido en ella alguien que está genuinamente interesada e inspirada en esos estilos.
Ilyari no pretende ser la embajadora de la música afroperuana o andina, no sería honesto. Al contrario, resalta también lo occidental en ella, aunque reconoce que ha sido difícil aceptar su linaje europeo y lo que aquello conlleva.
En “Parásito” se hace alusión a la toxicidad de los seres humanos, en donde la maldad se toma nuestros corazones, alimentándose del miedo. En esta canción, con toques un poco más oscuros, encontramos una letra autoconsciente y directa con frases fuertes como: “Mi raza marca de caza, mi género … es el destino, ya es mi camino”. Pero no deja de ofrecer una sugerente alternativa con una progresión rítmica y alegre y la pregunta innegable: ¿Y si cambiamos la dieta?
Para mí fue un momento de sobrepasar todo eso y decir ojalá podamos ver más allá del género, de la racialidad, o el apellido.
¿Cómo conjugas tu música con tu cotidianidad?
Reconocer mi parte holandesa ha sido difícil. Estando en todos estos movimientos sociales, el discurso es claro, contra occidente, y a veces a uno se lo asocia con ello. Para mí fue un momento de sobrepasar todo eso y decir ojalá podamos ver más allá del género, de la racialidad o el apellido.
La canción [Parásito] habla de ser mi propio parásito, que me está diciendo todo el tiempo las razones por las que no puedo hacer algo, o que algo no es mi destino. Escribí para quitarme estas ideas de la cabeza y hacer el intento de lograr las cosas que quiero.
Y a veces te das cuenta que logras cosas que más bien ni te esperabas, mucho mejor de lo que te atrevías a soñar. Esa es la parte en la que se cambia la dieta, es ir alimentándose con otros pensamientos, más sanos. En vez de ir negando o peleando al parásito, es unirse y darle de comer otras cosas.
Ir aceptando todo lo que es una, asumir todas las contradicciones, imagínate toda la sangre que cargamos ahí, sangre de colonizador y colonizado. Aprender a ver esta historia y darse cuenta de que estamos en un momento de ver más allá de esa carga para relacionarnos de otras maneras, inspirándonos de la diferencia.
La conversación sobre el mestizaje surge desde el concepto y la ejecución de Todas Mis Sangres. El tema del mestizaje es complejo y frecuentemente difícil de mediar. Por un lado se ha utilizado como una herramienta ideológica para homogeneizar la diversidad de identidades; borrarlas, continuando con la hegemonía colonial.
Por otro lado, se ha constituido como una manera de reconocer la diversidad existente en Latinoamérica y Ecuador, a través de la cual se busca representatividad y romper con la herencia racista y colonial de la blanquitud.
El reconocerse mestizo es indagar en las raíces que todos compartimos y en las culturas que han quedado marginadas y excluidas, pero que coexisten e importan. Es romper con categorías sociales separatistas y con complejos violentos.
Ilyari, con todas sus sangres, se sitúa en lo segundo. La diversidad es parte de su discurso donde reconoce todos los ingredientes, los une sin dejar que se conviertan en una sola masa.
¿Cómo entiendes tú al mestizaje?
A mí me gusta más hablar de la diversidad. Me gusta más el lente y el concepto de lo diverso porque acentúa lo diferente, celebra la diferencia. La palabra mestizaje tampoco me gusta porque está muy tomada por grupos que intentan “reivindicar” la parte española-europea y no quiero que se confunda.
Para mí es reconocer todas estas diferentes corrientes e historias de grupos étnicos y sociales. Esto nos hace seres complejos, pero también ricos, en una época donde la tendencia es el uniformizar o estandarizar, en el sentido de lo que comemos y se siembra, los idiomas, la música que escuchamos, lo que vestimos.
Para mí es un contra movimiento. Un ejercicio en el que podamos convivir con diferentes formas de amar y andar por la vida. Me parece maravilloso ver cómo, por ejemplo, los Inmortal Kultura hacen música con un estilo muy occidental pero con un contenido andino.
Es un ejercicio de la diferencia, puedes estar con alguien distinto sin uno estar sobre otro sino, al mismo nivel.
Personalmente pienso que las sangres se mezclan en una, pero las identidades no. Las identidades se representan y convergen. ¿Cómo lo haces en el álbum y en tu proyecto?, ¿lo ves así?
Yo trato de mostrar que hay caminos que nos conectan, que no son mundos separados, pero también es súper importante que el contraste siga. Cuando estamos en “Será Que Es Amor”, en la parte de tonadas, que se oiga bien la tonada quiteña y cuando nos vamos a esa parte en inglés, nos vamos para allá a esa esfera, pero que sí pueden ir la una a la otra.
Mi propósito es mostrar que pueden no mezclarse y está bien. Puedo estar en una celebración en mi casa con mi comadre Martha Arotingo –ella reza en la canción de Cotacachi; es una partera tradicional de la comunidad–, y que podemos gozarnos y comer y bailar, ella con su traje y yo con el mío y que eso no sea un impedimento para encontrarnos.
Yo puedo entrar a su mundo cuando ella me abre y sentirme bien ahí, y ella entrar al mío, pero podemos conservar estas cualidades, particularidades y diferencias. Es un ejercicio de la diferencia, puedes estar con alguien distinto sin uno estar sobre otro sino, al mismo nivel.
También ha dejado en claro lo importante que es para ella no caer en la apropiación cultural. No se trata de tomar el trabajo de otros con facilismo e incorporarlo al suyo.
En el 2020, Ilyari le contó a Martín Gonzáles cómo la canción que ahora ve la luz como “Cotacachi” tenía la intención de construirse viajando y conociendo a un arpero de ahí para compartir música y conocimientos.
En la canción escuchamos el zapateo tradicional de las fiestas del Inti Raymi en Cotacachi. También están presentes las flautas que, en las comunidades indígenas del cantón se han rescatado, desde su fabricación hasta su interpretación.
¿Cómo fue al final el proceso para construir Cotacachi?
Sí fui a Cotacachi con Lenín Alvear, él me llevó a conocer un arpero, Tayta Emilio. Entonces, le presenté la canción, nos pegamos una chuma maldita y fue como pedirle permiso.
Me di cuenta que iba a ser difícil grabar con él, porque él hace lo que hace y a algo diferente ya no le entra. Quedó ahí y escuchó la grabación final, tengo un video de él escuchando. Él se contentó porque dice que ahora ya no hay muchas personas que le escriban canciones a la Mama Cotacachi.
No puedes ir a los lugares, prender tu grabadora e irte. No puedes hacer eso, porque las personas sí guardan cantos y tesoros culturales que no puedes robar.
Para no caer en extractivismo cultural, ¿cuál es tu manera de estar en contra de esto? ¿Cómo entiendes la diversidad cultural y el respeto a la misma?
Para mí es relacionándome. No puedes ir a los lugares, prender tu grabadora e irte. No puedes hacer eso, porque las personas sí guardan cantos y tesoros culturales que no puedes robar. Para mí es construir relaciones, es compartir.
Con Martha y Jonathan Pucachaqui, quienes también tocan en Cotacachi, nos hicimos compadres, yo soy madrina de su hijo. Es hacer relaciones y entender que no va solo de un lado, sino que también hay cosas que quieren aprender de ti y que tú puedes dar. Lo segundo es pedir los permisos, no olvidarse de los nombres y reconocer a las personas, y por último, hacer la devolución, mostrar el trabajo que ha quedado.
Lo bonito es que quedan estas relaciones, te sigues encontrando y vuelves. A veces tú también participas en algo de ellos. Y hay que saber a quién tienes enfrente, la historia de esa persona, del estilo, del canto.
Es importante estimular el traspaso de la tradición y los conocimientos de la investigación, y que lo haga gente de la misma comunidad. Si grabo un disco con los cantos, lo primero es llevarlo a la familia con muchas copias para que lo entreguen a sus hijos y nietos, y que se traspase.
Hay que saber qué le corresponde a cada uno. A mí no me corresponde estar ahí enseñando, pero quizá sí encontrar chicas y enseñarles cómo se toca el Inti Raymi en la guitarra para que cuando hayan las fiestas empiecen a salir más mujeres.
Algo destacable de Ilyari es su reconocimiento sobre la importancia de utilizar el poder de la música para la protesta social y para situarse políticamente en la sociedad.
Su lucha deriva en los derechos de la mujer sobre su cuerpo, en contra del extractivismo minero y de la apropiación de ambos territorios.
Cada uno tiene su aporte desde lo que hace. Siento que a mí me corresponde desde la música, esa es mi trinchera.
¿Cómo influyeron estas problemáticas en el disco? Después de todo, ¿qué significan las intervenciones del concierto para ti? ¿Cómo viviste ese momento?
Para mí son mensajes necesarios y urgentes. La música ha sido una manera de encontrar mi lugar en esas luchas, cada uno tiene su aporte desde lo que hace. Siento que a mí me corresponde desde la música, esa es mi trinchera.
Creo que juntando estas diferentes herramientas dentro de la lucha podemos generar impacto. Desde las artes visuales se escogen símbolos fuertes que unifican el lenguaje. El arte es poderoso porque llega directamente a las emociones y es urgente que tomemos conciencia sobre estos temas.
Si tienes un lugar donde tienes una voz y amplificación hay que aprovechar. Sino, no se habla de estos temas como lo del extractivismo minero. Tengo compañeros en territorio que están luchando bien fuerte para que podamos vivir.
En el tema de los derechos de la mujer está en canciones como “Anarka Siklón”, como un llamado a despertar esa anarca que vive en cada mujer que sostiene tanto. Y “Chao”, en donde la mujer sale triunfante de una relación abusiva, le dice: chao.
Para el concierto vino Yuli, una vocera de Pacto para hablar sobre “Quito Sin Minería”, y ahí también le corresponde hablar a ella, alguien que está en territorio. El concierto lo viví con orugllo y el objetivo fue posicionar el tema del aborto después del veto del presidente, con las intervenciones de las chicas con dos mensajes: ‘maternidades deseadas’ y ‘yo decido sin plazos’. Me da mucho orgullo que sea más que solo algo estético.
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Escuchar Todas Mis Sangres es una experiencia que enriquece. No dudaría en escucharlo en esos momentos de bajón para encontrar conexión con la vida. No es una bomba de azúcar que te deja empalagado. Al contrario, es un equilibrio perfecto para reflexionar, desenredar el recuerdo y motivarse a cambiar desde lo íntimo hasta lo externo.
A través de su búsqueda personal, Ilyari nos da una respuesta a los problemas identitarios a los que como ecuatorianos y latinoamericanos solemos enfrentarnos. Y no es una sola respuesta, ordenada, que empieza con mayúscula y acaba en punto final. Es circular libre y despojada de límites, como manchas de todas nuestras sangres.