¿Se puede reinventar la ciudad a través del diseño gráfico? Guayaqueer City es una marca y plataforma artística que está metiendo barullo para tratar de responder esa pregunta.
Ecuador es un país contradictorio por naturaleza, y eso es tan bacán como tormentoso. Puede ser bacán jactarnos de que somos «megadiversos» y «pluriculturales.» Pero puede ser muy tormentoso admitir que nos cuesta terriblemente convivir con esas diferencias. Tanto así, que nada más hace 20 años nuestras leyes dictaban que era ilegal tener una orientación sexual distinta de la heteronormada.
Las cosas están cambiando, sí, definitiva y afortunadamente. Pero el camino todavía es largo y sinuoso. Afortunadamente, bordea un terreno fértil para pensar en formas de aportar al proceso. En este escenario, Víctor García e Ismael Chock deciden plantarse con Guayaqueer City, «una marca explícita y abiertamente queer», que también funciona como «plataforma generadora de contenido visual por una causa a través del artivismo (arte + activismo)».
Más claro, estos manes hacen camisetas, stickers e ilustraciones bacanes, subversivxs y sugerentes, que le apuntan a darle vuelta a las estructuras machistas de su ciudad y su país. Lo hacen utilizando una herramienta que todos entendemos y tenemos al alcance: la cultura popular. Y lo hacen sin pelos en la lengua, cero huevadas.
Víctor volvió a Ecuador hace un año, después de haber estudiado artes visuales y de haber trabajado en una de las bibliotecas LGBT más grandes de Europa: el Centro di Documentazione Flavia Madaschi del Cassero, en Bologna, Italia.
El reencuentro con su ciudad y la discriminación que la contamina, después de haber gozado del bagaje que le trajo vivir en una sociedad más abierta, fue un choque brusco sin duda. Sin embargo, también le sirvió como «empujón final» para hacer algo al respecto.
Víctor ya había dedicado muchos años a hacer ilustraciones, desde que estaba en el colegio. Esto, sumado al abundante movimiento que percibió en el campo del diseño gráfico, fue la motivación para aliarse con Ismael y darle vida a Guayaqueer.
El diseño gráfico encaminó su re-inserción en Ecuador; fue una herramienta llena de posibilidades para visibilizar su inconformidad: «creo que el diseño gráfico, la ilustración y lo digital son lenguajes bastante claros y entendibles para todo el mundo, tanto si lo ha estudiado como si no. Por eso creo que a través del diseño gráfico se puede hacer algo que no sé si es popular, pero que puede llegar a todxs».
Víctor pronto entendió que una forma poderosa de popularizar sus diseños era plasmarlos en ropa, porque lucir o no lucir una prenda determinada puede ser un acto político. «El cuerpo y su existencia son algo que todo el tiempo es performático, entonces ponerse una prenda tiene algo que es explícito o evidente. Creo que es bastante relevante».
Sus viajes le permitieron tener un punto de referencia para evaluar lo que veía en Guayaquil. Habla, por ejemplo, de la experiencia que tuvo cuando visitó Filipinas, donde se topó con los ladyboys, personas transgénero que, si bien no son amparadas explícitamente por las leyes, son aceptadas por su comunidad.
Luego agrega: «allá es interesante porque según las leyes las personas no se pueden cambiar el nombre cuando deciden cambiar su sexo, o cosas así, pero las personas son más tolerantes. En cambio en Ecuador sucede totalmente lo contrario. Existen las leyes, las protecciones y los amparos, pero a las personas les ha faltado hacer ese switch, ese cambio, por muchos factores. Especialmente, por la cultura que ha venido replicando estos modelos patriarcales dentro de la sociedad.”
Guayaquil, como la ve Víctor, es una ciudad de estructuras contradictorias, con diferencias sociales radicales y duras de tragar. Una ciudad donde las relaciones entre personas están «marcadas por su estatus social», y donde «bastante depende (incluso cuando eres homosexual) de con quién te rodeas, de dónde vienen las personas con las que te rodeas. Supongo que en todas las ciudades es así, pero en Guayaquil es bastante más evidente.”
Esas expresiones que están volcadas hacia el machismo y el patriarcado son las mismas que luego sirven para dar vida a los diseños de las prendas. “Se trata de tomar todo eso a nuestro favor y como decimos, cuyrizarlo y hacer estas cosas para poder evidenciar esos problemas y crear un diálogo».
Lo que todxs conocen y consumen es la materia prima para las creaciones de Guayaqueer City. Es por eso que su logotipo es una versión cuyr de «Juan Pueblo», la mascota oficial del Municipio de Guayaquil; es por eso que se han metido con nuestros próceres, desde Manuela Sáenz hasta Eloy Alfaro, y también con el Escudo Nacional y con la Policía y con las marcas de negocios populares como La Lotería Nacional o los Almacenes La Ganga. Ningunx se escapa.
Una vez que uno conoce sus ilustraciones, es imposible pasarlas por alto. Tienen harto queer-power y chocan de una contra el subconsciente. Evidentemente, han tocado algunos nervios sensibles de la sociedad. Víctor dice que sus piezas más polémicas hasta ahora han sido su versión LGBT del Escudo Nacional del Ecuador y su imagen del Policía Municipal «hot«.
“Cuando hice lo del escudo me di cuenta de que había herido susceptibilidades y sensibilidades porque hubo comentarios como ‘esto debería ser ilegal’, cosas así. Pero nada fuera de lo común, nadie tomó acciones legales respecto a eso. Igual creo que no podían porque no tomé nada que fuera ofensivo. Si miras en internet, hay versiones del escudo que son mucho más ofensivas. Yo solamente tomé íconos de lo LGBT y los puse en el escudo, nada más.»
Sus ilustraciones provocan cuestionamientos profundos, y justamente eso es lo que pretende. Son producto de la estética de la apropiación, una herramienta conceptual que Víctor ha decidido utilizar como eje de su obra por su utilidad para decolonizar símbolos y deconstruirlos. Dice que es algo que se ha venido haciendo desde los inicios del siglo pasado, común en las artes gringas y europeas. Al llevarlo a cabo con los íconos populares de «La Perla», los resignifica y les da nuevas narrativas, que a su vez visibilizan las narrativas del mundo cuyr que incomodan a la sociedad, desde un territorio muy reconocible y cercano.
Así como ha tenido detractores entre el público, Guayaqueer también cuenta con aliados. Ismael, la otra cabeza creativa, encargado de toda la parte fotográfica y audiovisual de la marca, estudia en la Universidad de las Artes. Gracias a ello, está vinculado a una comunidad de gente con ideas muy afines a las suyas. Víctor afirma que contaron con una «red de apoyo» desde que nació el proyecto. Esto ha sido una gran ventaja e importante motivación. El propósito de la marca es empoderar a quienes se han visto vulnerados hace tiempo. Tener manos amigas contribuyendo, aunque sea con opiniones, permite que, de a poquito, su objetivo sea posible.
Víctor admite que, sin duda, enfrenta complicaciones económicas y de tiempo para sacar adelante a Guayaqueer. Sin embargo, percibe que un desafío mayor es lograr que la misma comunidad LGBT se apropie de su trabajo, que adopte estos símbolos como suyos y lo haga con orgullo. Establecer alianzas con otras organizaciones e ir haciendo «amigues» a lo largo del camino son estrategias que les permiten estar más cerca de esa meta: la de agitar a lxs suyxs, y a otros sectores. “Nosotros entendemos que nuestra lucha, como todas las luchas, debería ser interseccional», dice.
El camino todavía es largo para que Guayaqueer City termine de reinventar el imaginario de la ciudad y «cumpla su misión»: trabajar hasta que llegue «el momento en que ya podamos salir a las calles y andar tranquiles y que nadie diga nada y podamos hacer cualquier cosa que queramos.» Este será el pretexto para que sigan creando camisetas.