El Wanka en Primera Fila

por Martín González
Estar en primera fila de un festival de música es una hazaña, y un privilegio a la vez. Este es un homenaje a la gente que estuvo dispuesta a sacrificarlo todo para ver lo más cerca posible a sus bandas favoritas en la última edición del Festival Wankabeats.

Hambre, frío, sudor ajeno, codos en las costillas, calor sofocante, incapacidad de ir al baño, dolor continuo en las piernas… suena como cualquier tipo de tortura o como una estampida humana. Pero no, eso es lo que se siente en la primera fila de un festival de música. Uno lo sabe porque lo ha vivido en carne propia, y por eso mismo sabe también que ese sacrificio vale la pena cada segundo.

Grandes o pequeños, los festivales siempre son eventos multitudinarios, y eso, aunque no lo diga la publicidad, requiere una estrategia para sobrellevarlo. Quienes se atreven a pelear por un puesto en la primera fila saben de algún modo que esa estrategia implica convertir su experiencia festivalera en una ultramaratón de resistencia. Todo con tal de sentir de cerca a la música que aman. Por eso mismo se merecen algún tipo de homenaje.

Este es en honor a lxs valientes que aguantaron el calor sofocante de Guayaquil y las inclemencias de la muchedumbre en la última edición del Wanka Beats, el pasado 31 de Agosto de 2019. ¡Aguanten lxs fans comprometidxs!

La gente aguantó todas las dificultades que impuso la extenuante jornada, para ver a los artistas / Fotos: Martín González Sánchez.

«Harry Houdini» (Identidad Oculta), en Shalom Mendieta

«Harry» —como llamaremos a este sujeto— es tan fan de la música y el buen trip que se escapó del trabajo para estar en el Wankabeats desde temprano. Antes de que empezara la primera banda ya estaba parado al pie del cañón, firme en su propósito de aguantar hasta el último para ver hasta los mocos de sus headliners favoritos. Fue, quizá, la primera persona en ver todo desde la primera fila.

Un hombre de sonrisa abundante y palabras escasas, esto fue lo que tuvo que decirnos al respecto de su experiencia y del show de la bella Shalom Mendieta: «Increíblemente buena».

Siendo la primera vez que la veía en vivo, admite haberse sorprendido por su «tremenda voz». Y es que Shalom, siendo una artista relativamente nueva, demostró ser capaz de comerse un escenario grande. Pese a haber tocado para un número reducido de gente por la hora de su set, fue todo sonrisas de inicio a fin, mostrándose como una artista entregada y resuelta, y sonando con contundencia gracias a la solidez de su banda.

Isaac, Mateo y Mathew, en La Madre Tirana

Estos tres chicos se pegaron el viaje desde Cuenca para estar en el festival, y como buenos hinchas fieles fueron los primeros en pelear los primeros puestos durante el show de La Madre Tirana. Cabe resaltar, además, que fueron los pioneros en el intento de armar el único pogo —o intento de pogo— que hubo durante el Wanka, por lo cual terminaron sudando como tapa de olla.

Confiesan haber visto a La Madre varias veces antes. Pero no por eso dejan de pensar que siempre es del putas estar en sus conciertos. Para ellos, estar en primera fila permite «tripear durazo» y sentir todo con más intensidad porque «la energía está más cerca».

Su esfuerzo fue doblemente premiado. Aparte de ver de cerca a La Madre —quienes seguramente habrían ganado el premio a la banda más con la pinta más estilosa del día— también pudieron saludar y abrazar a Alex Eugenio. «¡El man tiene rolas que me pegan tanto, que cuando le vi solo me abalancé a abrazarle!». Euforia total después de haber visto tan solo a dos bandas. Eso es ser un grupo de fans V.I.P.

Enny, en Yurgaki

Yurgaki fue una revelación. Quizás uno de los nombres menos sonados del cartel, pero definitivamente una de las bandas que más prendió la fiesta y más poder demostró en el escenario. Un descubrimiento increíble para quienes llegaron desde temprano a plantarse frente al escenario, como dice Enny: «No conocía esta banda, ¡pero me encantó! Lo que más me sorprendió es el juego de voces que hacía la chica y ese son caribeño que tienen, que me atrapa porque yo también soy del Caribe».

Ella los vio embelesada desde el frente, soltando el cuerpo poco a poco mientras el grupo soltaba su repertorio venenoso. Después del baile nos contó que lo más bacán de estar en primera fila es poder tripear la energía de los músicos sin bloques de gente de por medio. Así, «va directamente a ti y te conecta con la banda como tal».

Sabe bien que para eso hay que «llegar temprano y aguantar. Si llegas temprano tienes que aguantar todo el día hasta que llegue tu banda favorita». Sin embargo admite también que en el proceso te puedes sorprender mucho, si es que «disfrutas de la música en todo su esplendor».  Y en este caso fue premiada porque Yurgaki probó ser una banda que sabe bien lo que eso significa, convirtiendo su set en un verdadero festín de ritmos tropicales tocados con precisión y sabrosura.

«Yurgaki es el nombre de un demonio antiguo que come música», le dijeron al público a la mitad de su set. «Hay que alimentarlo». Con eso prendieron una llama más caliente que el calor guayaco, que no se apagó en todo lo que restó del festival.

Klaus, en Mateo Kingman

Lo que pasó durante el show de Mateo Kingman tuvo un carácter casi ritual. Siendo la primera vez que su sonido cósmico y amazónico llegaba al Manso, y con un disco nuevo recién salido del horno, Mateo puso toda la carne en el asador para guiar al público a través del viaje astral de su música.

Para Klaus Revolución, personaje querido de la escena guayaca, este encuentro fue una «bocanada fresca de energía y música» que llegó en el momento preciso para limpiar las vibras de la gente en un momento de «crisis planetaria», y de Guayaquil, una ciudad «reinada por los negocios, la contaminación, el ruido y el caos».

Su conexión durante el show fue profunda a un nivel espiritual y emocional. De la primera fila pasó al escenario justo antes de que Mateo empezara a cantar «Último Aliento» —quizás su canción más contemplativa hasta ahora—, y desde ahí alentó al público a rendirle tributo a «los guerreros que se han ido» con firmeza y emoción.

«Subir a un escenario para mí no es cosa nueva, dados los años que tengo en este hermoso mundo del arte y la música, pero esta vez fue diferente», admite. «Aquel momento fue uno de los pocos momentos que tuve para honrar la memoria heroica de mi hermano Pachi, quien batalló con todas sus fuerzas y su último aliento. Era lo mínimo que podía hacer: dedicarle tan hermosa obra y que él la escuche desde la inmortalidad».

En contexto, su experiencia demostró que la música de Kingman tiene el poder de transportar a la gente a parajes más profundos de su psiquis. Y para Klaus, haber estado en primera fila para vivirlo con las emociones a flor de piel representó «el grado máximo de comunión entre tú y esa música sacra que te ha acompañado en los momentos más difíciles y tristes de la vida, como en los más alegres y victoriosos». Liberación absoluta para el corazón y para el mate.

Zahara y Emmanuel, en Bandalos Chinos

«¡DEL HIJUEPUTA!». Así definieron Zahara y Emma a lo que sintieron tripeando el Wanka en primera fila. Su nivel de energía era realmente sorprendente. Desde temprano se parquearon en la barrera y no pararon de saltar y gritar como locxs. Extasiados después del show de Bandalos Chinos alcanzaron a contarnos que la mejor parte de la experiencia era… todo. «¡Todo, todo todo está increíble! Sientes la música, sientes las vibras, el sonido, todo es épico».

Emma confesó haberse quedado sin garganta después de haber coreado de inicio a fin todo el repertorio de Bandalos Chinos. Ni la gente empujando, ni el sudor ajeno impidieron que ellos se conectaran en total embeleso con los Bandalos. Y no era para menos.

La banda argentina se comió al público en su primera vez pisando nuestro país, conquistando a todo el mundo con su sonido impecable y la presencia escénica de su frontman, El Goyo. Un verdadero divo que no paró de mostrarse fabuloso en cada paso de baile y en cada gesto con el cual derramaba las letras románticas de la banda.

Carla, en Esteman

Estar en primera fila no siempre significa aguantar palo todo el día. A veces, también significa una cruzada intrépida y fugaz entre la muchedumbre, en la que llegar junto a la barrera se siente como salir de un túnel infinito. Pero eso a unx verdaderx fan no le importa. Carla tuvo que aguantar insultos, codazos y empujones para llegar a ver de cerca a Esteman, pero si le preguntan, nada de eso significó mucho. «¡Yo a Esteman lo amo como hace tres años!»

«¡Lloré como no tienes idea! «Caótica Belleza» me hizo moquear. «Caótica Belleza y Noche Sensorial para mí son LO MEJOR. ¡Y «Baila»!» A Carla le era difícil contener su emoción, antes, durante y después del show. Sin duda, su energía desbordada la hacía destacar entre la gente que estaba delante, y a la vez se mezclaba con la del resto de la fanaticada.

El show fue un derroche de brillos y vibras de amor en el que Esteman no paró de bailar ni de sonreír. Ni las fallas técnicas que sufrió su tecladista le impidieron relucir y disfrutar del cariño de su público, derrochando pasos y estilo en cada una de las canciones.

Esteman regresaba a Guayaquil después de tres años, cuando su concierto se vio truncado por uno de los terremotos más fuertes que han sacudido al país. Por eso mismo, aprovechando la oportunidad que le brindaba el festival, se entregó entero a la audiencia.

Para cerrar su presentación con broche de oro subió al escenario a Vinu, cantante de Cadáver Exquisito, quien fue recibido con muchísima calidez por el público, y a Beto Montentegro, el vocalista de Rawayana. Con ello, el músico colombiano se despidió dejando rendidos a todos.

Romina, en Rawayana

Romina estuvo parada junto a la barrera desde las dos de la tarde esperando a Rawayana, que se presentó casi a las 10 PM. Sin embargo, estaba convencida de que todo había valido la pena porque ver a su banda favorita, y apreciar todo lo que pasa en el escenario de inicio a fin, es increíble. El concierto para ella tuvo «una energía que se sintió súper chill y genial».

¿El momento cúspide para ella? «Cuando cantaron «Sin Ti» con Esteman estuvo súper chévere». Y es que los venezolanos le devolvieron el favor a Esteman para terminar su show por todo lo alto, con el que quizás es su hit más sonado y más cortavenas. Sin embargo, antes de eso, desenvolvieron su repertorio en medio de una iluminación enigmática que los dejaba entre las penumbras y que permitía disfrutar mucho de los visuales que tenían preparados para cada tema.

Escucharlos fue como irse de viaje a la playa con una piña colada en la mano. Su repertorio sonó relajado y elegante, recorriendo ampliamente su discografía y viajando con fluidez entre los matices más fiesteros y más relajados, acompañado de coros memorables que el público no paró de cantar a voz en cuello.

Si nos preguntan a nosotros, diríamos que el momento más bacán del show fue su rendición de «Mamita», una canción que admitieron no tocar mucho en vivo, pero que, gracias a Luz Pinos, sonó como nunca. La cantante guayaca subió al escenario para encenderlo todo con su bella y particular voz. «Ella es nuestra luz», dijo Beto para llamarla a la tarima. Y después de que tocaron el tema, quedó claro que tenía razón.

Elisa, Cristina y Armando en Los Amigos Invisibles

Elisa, Cristina y Armando también pertenecen al grupo de valientes que aguantó en la barrera desde el inicio del festival, aguantando hambre, codazos, ganas de ir al baño y empujones. Pero todo valdría la pena para ellos al ver a los reyes de la fiesta: Los Amigos Invisibles.

«Literalmente nunca va a ser igual la música cuando tú la escuchas cuando ellos están en un toque porque ellos como que sacan lo mejor de sí en un toque y tú sientes la vibra de la canción», afirmó Armando antes de que el último show del Wanka empezara. La emoción de poder ver a la banda en primera fila solamente alimentaba un deseo compartido por lxs tres al unísono: «¡BAILAR!».

Y vaya que hubo baile gracias a Los Amigos. Casi tres décadas de repartir gozadera sin misericordia no pasan en vano y se sienten en la contundencia con la que se toman el escenario y juegan con el público. Son una «banda DJ», que toca todo su repertorio embalado y seguido, pintándolo de vez en cuando con «covers falsos» de canciones de Queen o inclusive Nirvana. Así convierten a su set en un juego, y se permiten recorrerlo  desde lo más clásico hasta lo más reciente.

Para coronarlo todo, llamaron al escenario a Shalom y cantaron «Viviré Para Ti» junto a ella que, tal como lo hizo en su presentación, se mostró radiante para sacarle todo el brillo y toda la potencia a su voz. La banda con más trayectoria se alió con la artista más nueva para ponerle un cierre con broche de oro al festival, uniendo pasado y futuro en un solo combo explosivo que remató la fiesta por todo lo alto. Armando ya lo había predicho antes de que empezaran: Los Amigos probablemente iban a tener una invitada porque siempre hacen colaboraciones locas.

***

El Wanka concluyó en rumba colectiva dejándonos con un sabor de boca muy optimista. Para tener solamente dos años de vida, este festival ha demostrado que cuando el enfoque está bien puesto en la música, la fiesta se vuelve gigante sin importar el tamaño del predio ni del escenario.

Esperamos que en sus próximas ediciones venga con el mismo power para poner a cada vez más gente a gozar y dejarlo todo por ese puesto soñado en la primera fila.

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