Después de la exitosa edición del QF en Cuenca, y cuando parecía que los quiteños se quedarían sin festival, el seis de diciembre el Quitofest volvió a su casa, el emblemático parque Itchimbía. Este año no fueron dos o tres días de concierto, como se acostumbraba. Un solo día tuvo que abarcar la diversidad característica del festival. El cartel incluyó a tres bandas internacioneles y siete locales, que ofrecieron al público una fiesta cambiante con hardcore, metal, hip-hop, rock alternativo, sonidos electrónicos y ritmos latinos.
Con el sol del mediodía, la primera banda saltó al escenario. El Karmaso llevó su propuesta musical repleta de influencias del metal, hip-hop, música latina y drum and bass. En un principio la gente estaba dispersa por el parque, pero no demoraron nada en enchufarse. Comenzábamos a entrar en calor, el ambiente de Quitofest ya se sentía en el lugar.
Los colombianos Don Palabra fueron los siguientes en subir a las tablas. Rock alternativo con tintes de funk, hip-hop y música tradicional colombiana que hicieron bailar, saltar y moshear. Se podía sentir cómo la banda estaba comprometida con su música y con el mensaje social que difunde. Ver esto en escena es algo que te conecta como espectador.
El heterogéneo grupo de asistentes de a poco seguía acercándose al escenario. Ahora sería el turno de disfrutar el rapcore de Puño. La agresividad y fuerza del hardcore, en conjunto con rimas y lírica llena de contenido social, siempre han hecho una buena combinación en la música de esta banda.
Punto de Encaje, banda pionera y leyenda del hardcore quiteño, armó una verdadera fiesta en el Itchimbia. Sus 16 años de trayectoria y trabajo independiente en la escena underground se proyectaron en el afecto que demostró la gente hacia la banda. El hardcore de cepa entró a la jornada pisando fuerte.
Desde Lima llegaron los sonidos latinos a cargo de Barrio Calavera. Música influenciada por el ska y la cumbia. Este contraste de géneros activó un chip desconocido en los asistentes. De repente, cientos de hardcoreros encumbiados frente a la tarima del Quitofest.
Los Alkaloides fueron parte del cartel con su experimento post-punk. La conexión entre la banda y el público era intensa, pero una fuerte lluvia trató de aguar su presentación. Se notaba que muchas personas fueron especialmente por esta banda y decidieron quedarse bailando e ignorar a la lluvia y al frío. Más o menos en la mitad de su presentación, el clima empeoró y obligó a la producción a detener el show, dejándonos a todos con ganas de seguir bailando al ritmo de los beats, beats, beats ...
Guanaco MC tuvo la dura tarea de retomar el ritmo y la energía del show después del aguacero. Su potente hip-hop fusionado con música latina tuvo éxito. Comenzamos a entrar en calor una vez más. El cielo se despejó y la gente se reunió de nuevo a los pies del escenario para alinearse a la dura rima de Guanaco.
Igor Icaza, uno de los músicos más importantes de la escena rockera del Ecuador, presentó su proyecto como solista, llevándonos por un interesante viaje musical cargado de sonidos acústicos, distorsiones fuertes, instrumentos de viento y ritmos progresivos. Una puesta en escena muy trabajada, muy fuerte y visceral. Igor, con el cuerpo totalmente morado, parecía dialogar con su banda a través de los sonidos y los movimientos efusivos.
Desde Guayaquil llegó Notoken, también pionera del movimiento hardcore punk del país. La banda presentó lo mejor de sus 20 años de carrera, que incluye himnos como «Raza Única» o «Fabricante de Armas». Un momento épico del show se dio cuando el guitarrista de la banda hizo un tributo musical a Chespirito.
Y finalmente, para cerrar el festival y cumplir el sueño de muchos, llegó desde las calles de Nueva York Sick Of It All. Con 30 años de carrera, esta leyenda ha sido de gran influencia para muchas bandas locales, que en el momento de la presentación de SOIA salieron de los camerinos y fueron a cabecear con el resto de la gente.
Cientos de manos se alzaron cuando Lou Koller, el vocalista de la banda, preguntó a los quiteños si había gente que los estaba escuchando por primera vez. Pareció ser la mejor respuesta que pudo recibir el músico ya que su presentación fue el punto climático del festival. El púbico estaba en total sintonía con la propuesta y pudo hacer sentir a los newyorkinos como en casa. Fue realmente un privilegio poder dar cierre a una edición tan esperada, con un gigante del hardcore mundial.