¿De qué tenemos saudade? ¿Qué añoramos con profunda nostalgia y una pizca de alegría cuándo el tiempo pasa? ¿Cómo nos vemos a nosotros mismos, nuestros días de ayer, los días que nos hicieron lo que somos? Estas son algunas de las preguntas en las que trata de ubicarse Saudade, la nueva película ecuatoriana dirigida por Juan Carlos Donoso, por supuesto no intenta responderlas, sólo las explora y se hace más preguntas.
Las malas películas son malas películas y punto final. Se las puede destrozar con palabras pero no tiene demasiado sentido. Con los filmes que nos marcan nos pasan otras cosas: es difícil escribir sobre ellas o hablar sobre ellas, porque su fuerza nos conmueve y en ese caso, es preferible guardar silencio por un tiempo, hasta que llegue el momento de intentar acercarse a su belleza con palabras. En cambio de las películas que nos pudieron haber marcado, pero no lo hicieron, siempre habrá algo que decir. Saudade es una de esas historias. Tiene momentos bellos, como si de estar parado al borde de un despeñadero se tratara, cómo cuando Miguel se sienta a escribir entre polvo y paredes destrozadas. Pero así mismo tiene momentos rígidos, que se sienten cómo bloques de concreto. Momentos en las que las discusiones políticas de los padres, y el consumo de drogas de los hijos parecen estar ahí cómo por obligación . Y entonces es cómo darse contra la pared. Sentir en cada secuencia que algo no termina de engranar.
Quisiera ver más de aquella profesora de literatura, más de los momentos en los que Miguel se zambulle en la angustia de saber que tiene que escribir; que escribir es la única posibilidad de libertad y al mismo tiempo de condena. Quisiera ver más de Miguel teñido de colores, con la neblina subiéndole por el cuerpo. Quisiera sentir cómo desea el cuerpo de Miguel, cómo se desarma el cuerpo de Miguel. Cómo se angustia Miguel cuándo no encuentra la palabra, cuándo un papel resulta insuficiente para lo que tiene que decir, o cuándo, lo que tiene que decir, resulta insuficiente para una hoja de papel.
Saudade es para mí una película sobre la creación, sobre ese momento en la adolescencia en el que una persona se da cuenta que está condenada a una vida en la que su cabeza y sus entrañas no le dejarán en paz. Tampoco podrá vivir en esas casas de las promocionadas con préstamos hipotecarios, y que vienen con pareja, hijos y perro rubio. Así como un grupo de banqueros no dejaron que un gran porcentaje de la población ecuatoriana que si quería esa casa, la pueda tener.
La película se termina enredando en posiciones políticas y amores adolescentes y deja muchas cosas sueltas, tanto narrativas cómo conceptuales. Creo yo que si Saudade fuera un surfista le pasaría que, justo en el instante en el que se va a subir a la ola, la tabla se quiebra. Sin embargo, las olas son grandes y el día está soleado.
Entonces resulta imprescindible verla porque considero que nos encontramos ante la ópera prima de un director con una mirada refrescante, sincera, punzante y comprometida. Una mirada necesaria.