6 conclusiones sobre gestión de casas culturales en Quito

por Radio COCOA
A pesar de que ayudan a garantizar los derechos culturales de la ciudad, la gestión de casas culturales encuentra muchas trabas por parte de la administración pública.

Desde mayo en Radio COCOA venimos produciendo la serie documental #LxsGestorxsHablan para examinar la situación de la gestión cultural en Quito en cuatro sectores: festivales de cine, música, casas culturales y galerías de arte.

Si aún no has visto los 11 episodios que hemos lanzado hasta la fecha, te invitamos a hacerlo en nuestro perfil de Instagram. Más adelante seguiremos publicando por partes esta serie documental en torno al sector musical y galerías de arte.

Pero además, como parte del especial y a modo de recapitulación, queremos compartirte algunas ideas recurrentes entre quienes están al frente del manejo de espacios dedicados a actividades culturales en la capital y que dan cuenta de las necesidades del sector y sus potenciales.

Entre las preguntas que les hicimos a lxs gestorxs de cinco espacios estuvieron: ¿Cuál es la importancia de las casas culturales para la ciudad?, ¿qué dificultades encuentran en su quehacer? y ¿qué puede hacer la administración pública para mejorar su situación?

A continuación te dejamos seis conclusiones sobre gestión de casas culturales en Quito, desde la perspectiva de Daniel Solís, administrador de Casa Palenque, Luz Albán, cofundadora de El Útero, Germán y Anahi Mora, propietarios de El Dommo, Andrea Velásquez, coordinadora de Espacio 412 y Guillermo Segovia, coordinador de La Nube Casa Cultural.

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1. Los centros culturales incrementan la seguridad de sus zonas de ubicación.

“Nosotros, desde nuestra experiencia, dos años funcionando en La Tola, que es uno de los barrios más peligrosos de la ciudad […] hemos visto gratamente cómo le hemos devuelto la seguridad a la calle”, nos dijo Daniel Solis, administrador de Casa Palenque, ubicado a tres cuadras de La Marín.

Casa Palenque se describe como “un espacio no comercial de encuentro y resistencia de las expresiones populares del arte y la cultura”. Allí, como en las otras casas culturales que invitamos al especial, suceden toques, fiestas, conciertos, exposiciones, instalaciones, ferias, entre otras actividades a lo largo de las semanas, meses y años.

La recurrencia de su trajinar es precisamente una de las particularidades que las hacen garantes de una mayor seguridad para sus zonas de ubicación. Calles abandonadas y poco iluminadas, al contrario, generan desconfianza tanto para sus habitantes como para las personas de visita o de paso.

Si una casa cultural pretende abrir sus puertas en tu barrio, hay altas probabilidades de que la zona cobrará mayor vida y disminuirá la presencia de agentes de peligro.

2. Las casas culturales generan y dinamizan una economía local.

“Nosotros cuando hacemos ferias es súper bonito ver cómo se apoya tanto al micro emprendedor que está vendiendo sus productos como, por ejemplo, al restaurante que se  activa vendiendo la comida”, comentó Luz Albán, cofundadora y coordinadora de la fundación y centro cultural El Útero.

En El Útero, que ahora cuenta con dos sedes ubicadas en dos calles distintas de la ciudad, la 24 de Mayo y la 10 de agosto, se desarrollan diversas actividades culturales que, aún cuando no son económicas per se, estimulan la circulación de capitales a nivel local.

Y una economía vital saludable, por más pequeña que sea, es también un buen indicio de la salud de una economía macro, por ejemplo, a escala nacional.

 

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3. Los centros culturales ayudan a garantizar los derechos culturales en la ciudad; la administración pública debe trabajar de la mano con ellos. 

La administración pública, y una parte de la sociedad, estigmatiza a los centros culturales o a los espacios de encuentro, reunión y socialización como lugares donde suceden cosas negativas. Pero, en realidad, este tipo de lugares ayudan a garantizar los derechos culturales de la ciudad y sus habitantes.

¿Qué tal si, en lugar de colocar trabas en la gestión de espacios culturales, la administración pública aprovechara el potencial que tienen como aliados en la construcción de ciudades más habitables?

“Ni siquiera estamos pidiendo ayudas económicas, no estamos pidiendo dinero, solo estamos pidiendo que nos dejen trabajar, porque si nos dejaran trabajar tuviéramos un potencial muchísimo más grande y realmente lograríamos sustentar nuestros espacios”, señaló Luz Albán.

 

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4. Las políticas públicas son obsoletas y no se acoplan a la realidad actual de los centros culturales.

“Nosotros para poder sacar una LUAE (Licencia Metropolitana Única para el Ejercicio de Actividades Económicas) como casa cultural, no existe esa figura”, mencionó Guillermo Segovia, coordinador de La Nube Casa Cultural.

¿Esto qué significa? En cierto modo, que para el GAD del Distrito Metropolitano de Quito las actividades culturales no cuentan como actividad económica o, en otras palabras, que su entendimiento de la cultura es muy limitado.

Lxs gestorxs de los centros culturales se ven forzados a tramitar permisos de funcionamiento de manera desgastante por cada actividad que realizan. Sin embargo, como se mencionó previamente, en estos espacios suceden diversas actividades relacionadas con la cultura en el sentido más amplio de la palabra.

“Siempre quieren de cierta forma comparar los centros culturales a los bares o discotecas. […] Pero no queremos ser ni discoteca ni bar, sino que somos un centro cultural y queremos diferenciarnos de esas actividades”, manifestó Luz Albán.

En ese sentido, la normativa es obsoleta e ignora la realidad actual de la gestión cultural. Así, este tipo de espacios se ven obligados a actuar fuera del marco de lo legal, es decir, de manera clandestina, lo cual, entre otras cosas, dificulta su sostenibilidad.

 

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5. A través de la visita y el consumo, el público sostiene el financiamiento de las casas culturales.

Ya sea mediante la compra de entradas o el consumo de la oferta del lugar, el público aporta directamente a garantizar la existencia de estos espacios. Pero es importante que ese aporte se lo haga de manera consciente, es decir, valorando el trabajo de las personas que están detrás del funcionamiento de un centro cultural.

“Es una red tan gigante hacer que un lugar funcione. El hecho de que no quieras apoyar con tu entrada es un bajón y duele un montón”, mencionó Ahí Mora, copropietaria de El Dommo Plataforma Cultural.

Por otro lado, más allá del consumo, el público también apoya al simplemente “involucrarse con las actividades que se están planteando en la ciudad”, como mencionó Guillermo Segovia. Eso implica no solo asistir, sino también difundir sus propuestas o agendas, por ejemplo, a través de redes sociales para que más gente se entere, o sumándose a un reclamo legítimo. Apoyar se puede de muchas formas.

 

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6. Colectivizarse podría ser una respuesta de lxs gestorxs para proponer e impulsar cambios urgentes.

Como sugirió Luz Albán, “pensar desde un colectivo” podría ser el camino hacia un mejor diálogo entre lxs gestorxs de casas culturales y, a su vez, con la administración pública. La red de centros culturales Comuna Kitu, por ejemplo, se creó con la intención de generar una congruencia entre las demandas del sector.

Aunque a veces existan roces o se vivan realidades distintas, existen situaciones en común que ameritan una unión que trascienda diferencias.

 

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En resumen, la existencia de los centros o casas culturales es muy importante para la ciudad porque generan y dinamizan una economía local; también incrementan la seguridad de sus zonas de ubicación por el flujo constante de actividades y personas.

Además, ayudan a garantizar los derechos culturales de la ciudadanía, es decir, la facultad de participar en una vida social que construya identidad, comunidad y cohesión. De allí que como público debería importarnos el sostenimiento de estos espacios y podemos apoyarlos a través de la visita, el consumo y la difusión de sus actividades. 

Por otro lado, por estas mismas razones se esperaría que la administración pública trabaje de la mano con los centros culturales. Sin embargo, la realidad es distinta. La normativa metropolitana vigente es obsoleta y no se acopla a las realidades actuales de los centros culturales. Por ejemplo, no existe una figura de casa cultural como actividad económica para tramitar permisos de funcionamiento, lo cual empuja a lxs gestorxs de estos espacios a trabajar completamente desprotegidos y por fuera de la legalidad.

Para presionar a la administración pública sobre la urgencia de cambios, es necesario crear o fortalecer las redes que ya existen de centros culturales y que las demandas sean más contundentes. 

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